El dios de los primeros hombres

15 0 0
                                    

  El hombre de la armadura volteo nuevamente en dirección a Andrea y dijo -Ahora quien te protegerá, solo viniste hasta este lugar para morir- decía esto mientras avanzaba cojeando hacia Andrea, de su armadura ya no quedaba casi nada, de su cuerpo colgaban tiras de carne y se veía una total oscuridad en donde debía haber estado uno de sus ojos, sin embargo no parecía tener intención de detenerse.

  Un fuerte enemigo se paraba ante Andrea, y no había nadie que peleara por ella, debía solucionar este problema sola, llevo su mano a su estilete, por algún motivo tomo el arma mas corta, la cual brillaba como el día, aunque el sol ya no estaba en el cielo.

  Andrea trato de recordar todos sus entrenamientos, todos los combates que había presenciado y los que había observado, mas por instinto que por habilidad salto hacia un lado y vio como la espada de su enemigo pasaba junto a ella -ese hombre se mueve demasiado rápido para lo herido que esta- pensó ella.

  Andrea bloqueo todo en su mente y se dejo llevar por sus instintos, durante unos segundos que le parecieron horas solo pudo esquivar, pero después comenzó a ver posibilidades de ataque y después de unos dos minutos esquivando vio una oportunidad y salto a los pies del enemigo y corto detrás de su rodilla, luego en su axila y por ultimo trato de cortar su cuello, lo cual termino con el hombre degollado por el extraño filo del estilete. 

  Cuando Andrea vio el casco caer de la cabeza quedo muy sorprendida, era el rostro de su padrastro, la persona que la había expulsado de su casa, la persona que había vuelto a su madre en su contra, la persona que decía que debían alejarse de ella para evitar represalias de los monos rojos, siempre había podido evitar todo, era el mismísimo líder del grupo que la había solicitado como pago por mantener la propiedad de la casa. 

  Pero debió salir de esa sorpresa cuando noto algo que la pasmo aun mas que eso, el cuerpo sin cabeza seguía erguido  y se movía lentamente en dirección a ella, una voz salia desde el fondo de ese cuerpo -Ya se ha roto el sello, por fin soy libre, debía estar encerrado en este cuerpo mientras reponía mi energía para romper el sello, pero alguien lo ha roto por mi, ¿debo agradecerte a ti señorita?- mientras esta voz sonaba un liquido negro comenzaba a asomarse desde el cuello del anterior enemigo, lo que se formo del liquido parecía un niño de quizá doce años, con el cabello dorado, la piel delicada como un recién nacido, unos profundos ojos azules y una daga en cada mano, con una voz muy diferente a la que había sonado hace un momento, la cual no concordaba en ninguna manera con su cuerpo el niño dijo -todos temblaran ante el vetusto dios de las noches, e vuelto de mi prisión, y los que me encerraron ya están muertos, bueno, solo queda la lanza de ellos, los adoradores del primer dios- mientras decía esto recibía un poderoso golpe en la espalda, era la espada de Binar, el cual había revivido gracias al ave que había enviado al cielo cuando inicio el combate, mientras golpeaba sin piedad alguna al pequeño niño Binar decía -Este es el poder del fénix- la espada no pudo ni siquiera rasguñar al pequeño niño, este solo lo miro y con un chasquido de dedos lo hizo volar por el aire y chocar contra uno de los muros, pero en vez de quedar noqueado por el golpe el comandante se impulso en el mismo muro y salto nuevamente hacia el niño, de pronto se escucho el rugido de el gran tigre y Binar comenzó a moverse con una mayor velocidad, fuerza y agilidad, sin embargo el niño ni se inmuto y aunque Binar lograba esquivar las ráfagas de poder que lanzaba el niño desde su cuerpo luego de algunos minutos esquivando sin poder atacar Binar calló golpeado por un nuevo impacto y seguidamente recibió dos mas los cuales lo dejaron fuera de combate, luego de luchar contra Binar el niño volvió a enfocarse en Andrea, la cual estaba impactada aun por el niño y sin poder moverse con facilidad por el poder que emanaba, de pronto el extraño ser le dijo -no siempre fui un dios, yo solo quería comer y vivir- en ese momento se escucho un rugido como de dragón a la distancia que hizo aparecer una expresión de susto en la cara del niño, aprovechando la situación Balsan que aun se encontraba tirado en el suelo sin poder moverse arrojo su lanza en dirección al dios de las noches.

  Antes de que la lanza pudiera tocarlo, el dios se volteo y la tomo en el aire, seguidamente la lanzo hacia el cielo, y a una velocidad que nadie pudo seguir apareció enfrente de Andrea con intención de acabar con ella, pero antes de que pasara un segundo la lanza que debía estar en el volando hacia las nubes se encontraba atravesando el pequeño cuerpo desde el hombro hasta la cadera, Andrea vio como la lanza se clavaba en el suelo frente a ella, pero no vio ni rastro de el niño, después de recibir ese golpe el niño sencillamente había desaparecido.

  Ante ella vio un hombre de unos treinta años, pero lo reconocía, sabia que lo había visto antes, era el niño que acababa de ver, esta vez tenia puesta la misma armadura que hace un rato portaba su padrastro, era la forma guerrera del dios de las noches, hasta ahora solo había jugado.

  Andrea se sintió nuevamente invadida por el miedo, aquel hombre había detenido como si nada a dos soldados que eran muy superiores a ella, pero de pronto encontró algo que no estaba buscando, algo que la tranquilizaba, desde ningún lugar en especifico escucho una voz, una voz que conocía, unos metros a su derecha observo los extraños ropajes que había comenzado a apreciar hacia un tiempo, era la sombra.

  Cuando la sombra hablo no se dirigió a ella sino a Balsan -Así que has decidido devolver la lanza, debo recordarte mi promesa con tu tribu, tendrán mi lanza por haber ayudado a mi hijo moribundo, pero si algún día existe un problema que no puedan solucionar aun con el poder de la lanza y requieran mi ayuda, yo estaré ahí por la deuda que tengo, pero una vez que lo solucione la lanza volverá a mi.

  Balsan dijo con lagrimas en sus ojos -que así sea.

  La sombra levanto su mano y la lanza voló hacia él, miro con desprecio al hombre que estaba parado en medio de la oscuridad recitando unas palabras y con la vos de los que lo saben todo le dijo -¿Correrás, o te enfrentaras al dios de los primeros hombres?-



El RenacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora