Los cinco comandantes

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  Mientras caminaban por las almenas y recorrían los cuarteles Andrea analizaba calmadamente todas las posibilidades de escapar, los espacios de visión de cada guardia, el tiempo en que se cambiaba la guardia, el horario de comida y las partes oscuras del castillo, por otra parte también sentía ganas de quedarse para ver como terminaba la guerra interna de la orden, terminar de conocer al antiguo campeón y su historia, pero sobre todo quería saber la ubicación de la espada o al menos obtener un indicio de ella.

  Continuaron caminando, conociendo a los soldados, los capitanes, los magos, los cocineros, en fin todo el personal.

  Cuando  pasaron por la cocina el jefe de cocineros le dio un pan y un poco de carne, aunque no era hora de comer, inmediatamente le agrado esa persona, cuando creces en un entorno donde no sabes que comerás el siguiente día aprendes a apreciar cualquier oportunidad de obtener alimento.

  Todos eran muy amigables y atentos con ella, pero eso se debía primeramente a su belleza y al tiempo que tenían sin ver una chica, Andrea sabia esto levemente, pero los trataba con toda la delicadez que había adquirido con los años, la cual no era mucha.

  Después de conocer a todo el personal al menos de vista, Mo la llevo hasta el borde del acantilado y le nombro todos los pueblos que había a la redonda, los cuales aparentemente estaban todos de su lado, le mostró la dirección en la que se encontraba el pueblo donde naciera hace mucho tiempo el padre de las lanzas, luego volteando hacia su derecha le comento que cruzando toda esa gran estepa se encontraba el mar y mas allá del mar se encontraban los dominios de la teocracia Absdiar, donde desde hace cientos de años se libraba una guerra civil entre los fieles a la teocracia y los asesinos de los doce círculos, los cuales en su origen eran magos, pero por las persecuciones de el gran inquisidor contra los magos se vieron obligados a usar su magia para la guerra y el asesinato, esto ultimo principalmente para obtener fondos.

  Después le mostró la fuente del agua del fuerte, un manantial que brotaba en el centro mismo de la plaza de armas, esto hacia muy difícil que la ciudad fuera dejada sin agua.

  Por ultimo la llevo a una capilla en la parte trasera de la comandancia del fuerte, era pequeña aunque elegante, quizá lo mas lujoso que había en el fuerte, en medio de la capilla había cinco hombres rezando a la gran estrella.

  El primero de ellos era Binar el mas fuerte de todos y también el mas alto, tenia en el suelo junto a el un mandoble de un metro y ochenta centímetros, el a su vez media dos metros y diez centímetros, su espalda era grande al igual que sus brazos y tenia el aire de un hombre seguro.

  El segundo era Balsan el mas rápido de todos y el segundo mas alto, en el suelo junto a el había una lanza partesana de acero mágico la cual media dos metros y sesenta centímetros, por su característica magia no poseía prácticamente peso, él por su parte media un metro y noventa centímetros, sus piernas y brazos eran ágiles al igual que su mente y tenia el aire de un hombre precavido.

  El tercero era Reinkoll el mas bajo de todos y el mas anciano de ellos, a cada lado tenia un estoque y en su cintura dos dagas, cada espada media un metro y ambas dagas eran de diez centímetros, en cuanto a él media un metro y setenta centímetros, sus pasos eran seguros y silenciosos como sus palabras y tenia el aire de un hombre astuto.

  El cuarto era Nankes era el cuarto mas alto de ellos y el mas joven, a su lado estaba un arco compuesto recurvado y en su espalda un carcaj o aljaba, hecho de cuero y marfil, un metro setenta y seis centímetros eran sus medidas, sus manos eran delicadas como sus facciones y tenia el aire de un hombre alegre. 

  La quinta era Marianne era la tercera mas alta y la única mujer del grupo (una de las pocas de la orden y la única con tanto rango), a cada lado tenia un alfanje de noventa centímetros, su cuerpo era tan hermoso como su rostros y tenia el aire de una mujer arrogante.

  Estos cinco eran la guardia personal de Mo y sus mejores amigos.

  Después de presentar uno por uno a los comandantes de su pequeño ejercito, Mo le mostró a Andrea lo que seria su habitación por los próximos seis meses, un cuarto detrás de la capilla que estaba dispuesto para ser ocupado por algún obispo, pero el fuerte no tenia uno en esos momentos.

  Después de quedarse a solas en su habitación y estando custodiada afuera por esos seis hombres, Andrea pensó que nadie seria capaz entrar ahí con esa seguridad y a su vez que nadie seria capaz de acercarse a Mo con esos cinco cerca, pero nuevamente se equivocaba, en ambas, y pronto lo comprobaría. 


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