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Alguien reta al "Oh señor todo poderoso lord rey de Tagus" Aegan Cash



El asunto de los juegos se daba en los terrenos que no pertenecían a Tagus, porque ahí era donde se podía hacer desmadre sin tener problemas.

El lugar era una especie de terreno abandonado. Había un viejo y deteriorado edificio que habían decorado con un montón de luces de las que se usaban en navidad. También colgaban algunos faros de emergencia y un montón de autos, camionetas y motocicletas aparcaban alrededor en un genial desorden.

Había muchísima gente.

Se oía música amplificada. Todos iban de un lado a otro sosteniendo vasos, botellas y cigarrillos. Hablaban, reían, gritaba, se manoseaban, o solo estaban por estar. Las chicas se veían magnificas con shorts altos, crop tops y zapatos que prometían ser caros si les veías las etiquetas.

Me recordó a una escena de las películas de Rápidos y Furiosos en la que nosotras no encajábamos ni como extras.

Artie y yo habíamos optado por unos jeans de tubo y unas franelas con estampados de letras. Mi camisa decía: LO QUE SALE DE TU BOCA ES LO QUE ERES.

Avanzamos directo a donde estaba aparcada una camioneta blanca. La cajuela estaba abierta y en ella permanecían sentados un chico y una chica. Ambos charlaban y tomaban algo.

Artie me los presentó.

—Esta es la gente con la que me junto, y te juro que no subastan personas —señaló entre risas.

La chica me tendió la mano, y en cuanto se la estreché percibí su firmeza.

No se me hizo raro. La envolvía un aire rudo y bastante genial. Llevaba el cabello color miel en unas ondas agitadas. Su piel era como la de Beyonce. Una perlita brillaba sobre la aleta de su nariz. Sus rasgos eran finos y su figura era curvilínea, bien proporcionada.

—Me llamo Kiana —dijo en tono afable.

El muchacho ofreció su mano también.

Ya era obvio que los chicos de Tagus eran atractivos. Cumplían con ese cliché de «ricos+jóvenes=guapos» que llegaba a aburrir. Pero este tenía un aire muy natural, como el que te encontrabas en una universidad sin prestigio social.

Era simpático y no había altivez en su mirada. Su piel era de un asombroso tono olivo. Tenía el cabello castaño claro, lacio y engominado; los rasgos finos, el rostro bien afeitado y usaba una camisa de algodón con un chaleco encima.

—Dashton —se presentó él con una voz clara y carismática—. Pero me dicen Dash. Suena menos gay.

Me guiñó el ojo, y le sonreí.

—Vaya, Artie, tuviste suerte este año —comentó Kiana mientras se volvía hacia el maletero en el que reposaba un enorme barril de madera—. A mí me tocó una chica muy rara que parece temer que se le hinche la lengua si habla. La invité a venir y solo me miró, se metió al baño y comenzó a jalar la cadena del retrete repetitivamente. Creeepy.

Kiana sostuvo un vaso rojo y lo llenó con lo que había en el barril. Luego me lo ofreció, pero negué con la cabeza.

—Es solo cerveza, y no está alterada si eso es lo que te preocupa —comentó Dash y le dio un largo trago a su vaso. La manzana de su cuello ondeó hasta que tragó todo y lo confirmó con un eructo—. ¿Ves? Tan sana como todos los que estamos aquí —añadió con una amplia sonrisa.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora