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*Este capítulo resultó ser más largo de lo que esperaba. Pensé que aquí venía la parte explosiva, pero no los pondré a leer más de 6mil palabras en un solo capítulo, sería tedioso. Por eso lo dividí. Tengo listo el siguiente, pero esperaré, veré si se entusiasman un poco y vienen a leer rápido y dejan un montón de comentarios. Si es así, subiré lo que sigue. Los amo.

"M" de... ¿mentiroso?

O "M" de... ¿misterios?

Cuando me desperté me sentía como si alguien me hubiera taladrado la cabeza. Tenía los ojos pastosos, el cuerpo cansado y la resaca palpitándome en las sienes. Solté unos quejidos, parpadeé mucho hasta que mi visión se esclareció y entendí el mundo a mi alrededor:

Me encontraba recostada sobre las almohadas dentro de la casa del árbol.

El sol brillaba con una intensidad fastidiosa.

Y Adrik no estaba por ningún lado.

Durante un segundo incluso me pregunté si era que había soñado toda esa mierda, pero había pruebas. Uno, seguía en ropa interior; Dos, cuando bajé los tablones con esfuerzo de no caer de boca al suelo, me topé con los restos del fuego.

Los zapatos de Adrik y una media parte del resto de la ropa ni siquiera se había desintegrado, lo cual me causó cierta risa. Probablemente el viento y el frío habían apagado las llamas más rápido de lo que pensamos. De igual modo quedaba un trocito de su corbata, quemado en los bordes pero blanco satín en el centro. A lo mejor se me habían chamuscado todas las neuronas por el alcohol, pero lo cogí y decidí quedármelo.

Luego tomé bastante aire y reuní valor. Así, descalza y semi desnuda caminé de regreso a la casa de campo de los Cash.

Come on, girl!

Atravesé la entrada trasera solo para descubrir que los que quedaban de la fiesta habían decidido desayunar en el jardín. En una mesita muy de picnic estaban sentados Aegan, Aleixandre, su tapadera/cita, Artie, el amigo de Aegan que se llamaba Owen y uno de sus otros amigos.

Me detuve un momento y los miré con mi más esplendorosa cara de palo. Ellos me observaron fijo, entre sorprendidos y desconcertados. Aegan me repasó con pasmo. Incluso Aleixandre masticó lento como si tratara de hacerse una historia acorde a mi aspecto.

Sí, debían de estar pensando que habían subestimado mi locura, que en realidad estaba mucho más loca, pero como a mí me valía tres hectáreas de excremento lo que ellos pensaran, me acerqué a la mesita. Los ojos llameantes de consternación de Aegan me siguieron hasta que cogí una tostada de la cesta que había en el centro.

—Buenos días —les dije a todos en un saludo, asentí y seguí caminando hacia el interior de la casa.

Pensé que había salido bastante bien hasta que Aegan me alcanzó justo cuando llegaba a las escaleras. Me tomó del codo y me dio vuelta con algo de brusquedad.

—¿Qué mierda te pasó? —soltó, ceñudo y aparentemente disgustado—. ¿En dónde estuviste? ¿Qué...?

De un odioso jalón hice que me soltara. Lo miré con ira y desprecio. El recuerdo de lo que había sucedido amenazó con llenarme de una furia capaz de hacerme escupir una ópera de barbaridades.

—No vuelvas a tocarme nunca en tu asquerosa vida —le advertí.

Sus oscuras cejas se hundieron más. Por un instante incluso pareció confundido por mis palabras, pero después eso desapareció. Sus ojos adoptaron un brillo satisfactorio, como si eso fuera lo que él esperaba.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora