Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]

AEGAN (1)

(Sucesos aquí narrados están ubicados justo después del "capítulo 26 - primera parte" en donde Aegan y Jude discuten porque la descubrió en el armario de Adrik. Luego Aegan se va en su auto, muy enojado)

A E G A N

Aegan Cash tenía muchos secretos, muchos demonios, muchísimas neuronas funcionando de forma excelente...

Y una mierda de paciencia.

De hecho, no tenía nada de paciencia, ni de tolerancia, ni de lo que usualmente hacía a la gente agradable y buena. Él pasaba de la tranquilidad a la furia más rápido de lo que un peo salía de un culo, y si había algo que lo enojaba más que nada en el mundo era que lo sorprendieran.

Sí que lo habían sorprendido.

Por esa razón había entrado como un toro a su camioneta, había pisado el acelerador y había conducido a toda velocidad hasta el primer lugar que le había llegado a la mente: el restaurant de comida mexicana. Apenas aparcó en frente, por la manera tan desmedida en la que había acelerado, las llantas chirriaron un poco y él se impulsó hacia adelante. Tuvo que aferrar las manos con fuerza al volante para mantenerse sentado y que la gravedad no lo disparara hacia el frente.

Luego estalló.

Allí mismo empezó a golpear con furia y violencia el volante porque no podía esperar a bajarse del vehículo. Solo tenía una intención: descargar la ira que tría llameándole en el cuerpo, aunque, a ser sincero, iba a necesitar más que dar esos golpes para lograrlo.

De cualquier forma, dio y dio, sin importarle si reventaba su propio auto. Estaba cabreado. No, estaba más que eso. Tenía la cabeza azotada de cosas, y la sangre que le corría por las venas era tan densa que le tensaba los músculos. Los pulmones le expulsaban aire con fuerza, aire que después volvía a inhalar con rapidez, y siempre había sabido que a él le era fácil enojarse, pero admitió que nunca en su jodida vida se había sentido así.

Quería golpear algo más grande, a alguien, ¡a todo el mundo! Es que, ¡¿cómo carajos no estuvo listo para lo que acababa de suceder?!

Bien, bien. Primero que nada, no era algo que él no supiera ya. Hace rato se había dado cuenta de que entre Adrik y Jude chispeaba algo. Joder, hasta el bobo de la esquina se habría dado cuenta, porque los estúpidos ni siquiera se esmeraban en ocultarlo mejor. El punto era que él no había esperado esa escena.

Encontrar a Jude casi desnuda en el armario y ver el puto condón en verdad había sido inesperado. Y lo que más le molestaba ahora era su propia reacción en el instante en el que la vio. Le enfurecía recordar su propia falta de preparación, su propia falta de ingenio, su silencio, su debilidad.

Se había quedado ahí parado como un pendejo. ¿Cuándo en su vida él se había quedado así ante algo? Era insólito. Su mente le había fallado. Se había quedado sin palabras, atónito, paralizado como si no tuviera la habilidad de ir un paso más adelante que el resto.

Eso había sido algo estúpido. Había sido como dejar una grieta en su muro para que la mismísima Jude se asomara por ella para ver las cosas que él nunca podía dejar que nadie viera: por ejemplo, que sí era capaz de quedarse sin palabras; por ejemplo también: que alguien todavía podía sorprenderlo, porque a fin de cuentas era humano (fuerte e hijueputa) pero humano.

Y nadie necesitaba saber eso, mucho menos Jude. No quería que Jude supiera nada de él. De hecho, quería que Jude desapareciera. Deseaba eso desde el primer momento en que la vio, pero justo en ese instante lo quería con una fuerza titánica y cruel. Quería que ella estuviera lejos, o que la atropellara un camión o mejor todavía: que nunca hubiese aparecido.