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Sí, los Cash controlan hasta tus menstruaciones


Salimos del edificio con rapidez.

Cruzamos la calle y avanzamos por la acera hasta el otro lado. El auto del que había bajado el supuesto Aegan, se fue. Luego vimos al supuesto Aegan entrar a uno de los de edificios que estaban por esa zona.

Mientras bajábamos las escaleras de nuestro bloque a toda velocidad, Artie me explicó que el sitio al que Aegan había ingresado era un conjunto de bloques que se conectaban entre sí. Así que atravesamos la entrada con cuidado y tratamos de entender qué estaba haciendo el idiota ahí.

No vimos más que una red de pasillos. Estaban solos y silenciosos. Me pareció una mala idea lo que estábamos haciendo, pero al mismo tiempo sentí curiosidad.

—¿A dónde se metió? —susurró Artie, mirando hacia todos lados.

Me encogí de hombros porque tampoco lo sabía. Ni siquiera tenía idea de en qué pasillo cruzar, de modo que se lo echamos a la suerte y seguimos por alguno.

En cierto punto, al no ver más que escaleras, me puse algo nerviosa.

—Mejor vámonos —propuse, pero Artie se detuvo.

—Mira, esas escaleras bajan. —Las señaló.

Entonces comprendí que todo aquello era muy extraño porque en nuestro bloque no había escaleras hacia pisos inferiores. Ni siquiera había un sótano.

Ella me hizo una señal con los dedos para que la siguiera, pero yo la tomé del brazo.

—No vamos a bajar —susurré con reproche—. Quién sabe qué hay ahí.

—Seguro que Aegan bajó —argumentó ella, utilizando el mismo tono de voz.

—Puede bajar al infierno y llegar a China si quiere, pero nosotras no.

Empezamos una pequeña discusión de susurros hasta que escuchamos algo. Ambas miramos hacia atrás, en silencio, y no tardamos en entenderlo.

Alguien venía.

Empujé a Artie hacia uno de los muros del edificio y ambas nos escondimos detrás de él, entre la sombra que producía. De reojo alcancé a ver que alguien aparecía. La figura avanzó por delante de nosotras. Logré ver su cara y lo reconocí. Era el tipo rubio que estaba en el jacuzzi con Aleixandre y los demás.

Siguió a paso apresurado y bajó las escaleras.

—Ese es amigo de Aegan —murmuré.

En cuanto no escuchamos más pasos, Artie tiró de mí y nos atrevimos a bajar.

Dios mio santito. ¿Qué rayos estábamos haciendo y por qué yo seguía avanzando como si fuera igual de boba que las protagonistas de las películas de terror?

Con cada peldaño que descendimos el ambiente se hizo más oscuro y silencioso. No me gustó. Me dio mala espina. De hecho, estuve a punto de decirle a Artie que echáramos a correr de ahí, pero de repente una bombilla encendida iluminó una puerta al final. Era de acero y tenía una manija por fuera.

Nos acercamos sin hacer ruido. Artie fue la primera en pegar la oreja a la puerta. Yo cuidé el perímetro, mirando hacia donde se perdían las escaleras, esperando que a nadie más le diera por bajar.

De pronto escuché que Artie presionó la manija y cuando me di vuelta una oleada de música me golpeó la cara.

Ambas entramos, estupefactas. Lo que había ahí era un submundo. De inmediato lo asocié a una especie de club. La música era alta y el ambiente agitado. Todo y todos estaban bañados de un color azul artificial que hacia abajo se veía totalmente negro. Había gente bailando y en el centro había una barra en forma rectangular, atestada de personas.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora