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*Este capítulo es intenso. Estoy nerviosa, pero espero sus reacciones. Es nuevo para mí, ojalá les guste. Solo quería decir eso.


Ay Jude, estás jugando con fuego.

No te quemarás ahora,

pero te quemarás

Tardé en llegar al edificio más tiempo del que creí. Ya me dolían los pies y solo quería tumbarme en algún sitio a morir lentamente, pero no me rendiría hasta comprobar lo que necesitaba saber.

Deseché la máscara en un basurero público de esos que estaban detrás de los edificios, y continué. Apenas llegué subí por el ascensor y me quedé en el piso correcto. Avancé todavía nerviosa, algo asustada y agitada. Me detuve frente a la puerta, cogí aire, me armé de valor y toqué.

Esperé.

Esperé con cierta inquietud y temor a que Adrik abriera la puerta del apartamento. Intentaba hacer lo que él mismo me había dicho: dejar de compararlo con sus hermanos y separarlos como individuos con enormes diferencias. Si me equivocaba, si él no estaba ahí como lo sospechaba, eso significaba que las diferencias no representaban nada. Adrik se encontraría en el Sak, envuelto en aquella maraña de cosas sucias y bajas.

Volví a tocar.

Seguí esperando.

Toqué por tercera vez.

Pasó un minuto.

Lo intenté varias veces. Cuando entendí que nadie abriría la puerta me sentí realmente mal. Sentí que algo se me cayó a los pies, algo así como... no sé, la esperanza de que él sí fuera tan distinto como parecía, que no estuviera implicado en eso tan malo que hacían sus hermanos.

Avancé por el pasillo mirando hacia el suelo. Tenía los pies sucios y enrojecidos, pero me sentía lastimada por todas partes. Presioné el botón del ascensor y esperé a que llegara. Mientras, como una estúpida volví a girarme hacia la puerta. Quizás me quedó una pequeñísima esperanza, pero murió al instante y provocó que algo me punzara en el pecho de forma dolorosa.

El ascensor se abrió y entré. Presioné el botón de planta baja y miré por última vez el pasillo, esperando tontamente que la puerta se abriera y él saliera a último momento. Pero las cosas no pasan así, ¿cierto? En la vida real los chicos que nos gustan no abren la puerta de repente y aparecen para hacerte recobrar las ilusiones.

El ascensor se cerró y bajó. Me sentí demasiado patética: descalza, sucia, moreteada y ahora decepcionada por ir a buscar algo que no tenía sentido.

O sea, ¿qué había esperado? Verlo ahí, ¿y después qué? Eso me habría hecho entender que a Adrik no le interesaba lo que sus hermanos hacían en el Sak, pero ¿y qué más? ¿Qué otra cosa quería confirmar? ¿Que me atraía? ¿Que había comenzado a gustarme desde la noche que compartimos la casita del árbol? Ya lo sabía. Lo sabía y al mismo tiempo no quería saberlo. Quería que me causara la misma repulsión que Aegan, que mis dudas sobre él desaparecieran. Quería estar irrevocablemente segura de que detestaba a Adrik Cash, pero no era así. No sentía nada de eso a pesar de que era lo que debía obligarme a sentir a partir de ese momento.

El ascensor se abrió y salí.

Como dije, las cosas no pasan así en la vida real. El chico no abre la puerta del apartamento, pero quizás, solo quizás, aparece por la puerta de entrada del edificio sosteniendo una bolsa de comida china, usando audífonos y vistiendo ropa deportiva como si acabara de salir del gimnasio.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora