6. La Salamanca

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Sara arrojó su teléfono por los aires y brincó hacia la ducha. No había escuchado la advertencia de Azazel. Daba igual, no le habría dado importancia. Le hartaba oír que debía dejar todo atrás, que su amor era insano, tóxico, peligroso, y no podría superar el pasado si no se deshacía de los demonios que llevaba atados a sus pies.

Durante su primera semana lejos de los vampiros las llamadas a Azazel eran constantes. Sara se creía incompetente, incapaz de sobrevivir a la soledad, irónicamente, sumergida entre la gente de su especie. Y lo era, era incompetente e incapaz.

Todo a su alrededor era nuevo. Tanto el Cordero de Dios como el Báthory habían sido sus hogares, ambos sitios parecían congelados en el tiempo y no le habían otorgado la oportunidad de adaptación a los suyos. Siempre había sido un ave en cautiverio sin la posibilidad de sobrevivir a una jungla de cemento. Por ello, se sentía una viajera del tiempo, y la aventura la volvía paranoica.

El primer año en un país distinto, en un mundo diferente, trajo consigo más de mil aprendizajes nuevos. A veces lograba su objetivo, tan entretenida en aprender cosas nuevas que olvidaba la tenebrosidad de su pasado; no obstante, existían las noches de un desgarrador e interminable llanto. Ella jamás se habría creído capaz de extrañar de ese modo desmedido. Los recuerdos de los besos dolían como puñales, y las caricias que ya no tenía le hacían demasiada falta. Podía pretender esconder cualquier memoria, menos a ellos, no quería hacerlo, no podría hacerlo, ni aunque el mismo Lucifer borrara su mente, de todas formas, su piel, su alma, su corazón estaban marcados a fuego por ese amor incomprendido.

—No puedo más... —dijo una fría madrugada en la que llamó a Azazel.

Recién se cumplía un año y medio desde su partida; y su llanto, no había forma de detenerlo.

—Sara, el plazo no se ha cumplido—expresó Azazel tomando aire—. Has progresado demasiado, cada día superas más tu pasado, puedes hacerlo todo por ti misma. ¿Es necesario que te recuerde lo genial que puedes ser? Has aprendido idiomas, has terminado tus estudios, sabes reparar tus electrodomésticos y puedes hacer tu comida. ¡¿Por qué lloras ahora?! —gritó encrespado.

—Los extraño, Azazel, mucho, y duele... —gimió desde la frialdad de su cama—. Deseo tanto que pudieran vivir estas cosas conmigo...

—Olvídalos —sentenció el hombre siendo cortante—. De verdad, Sara. Eres fuerte, puedes hacerlo.

—¡¿Pero por qué?! —exclamó ella—. ¡Cuando ellos ya no necesiten de ofrendas, yo prometí que estaríamos juntos!

—Me lo estás haciendo difícil —replicó él—. Ya de por sí sabes de los peligros que conllevará esta relación. Ellos no son simples vampiros, son la descendencia directa de las cinco familias, y para sumar hay un nuevo problema, algo que es definitivo para que cortes con esto.

—¿De qué hablas? —preguntó confundida, Azazel se había guardado una novedad.

—La familia Leone establecerá negocios con el extranjero, la hermandad por fin se quiere lanzar al mundo y sellará los contratos con pactos de sangre.

—No entiendo —gimoteó Sara.

—Tony ha sido elegido para casarse, su matrimonio significará el cierre de un gran negocio, una nueva familia pura se unirá a la hermandad. No puede negarse, no puede volver contigo. Los gemelos van por el mismo camino. —Azazel resopló al oír un profundo silencio por parte de Sara, la noticia le helaba la sangre, pero si él no se lo decía, ella insistiría con volver—. Ya no se trata de preservar el linaje Belmont y Nosferatu, esto se sale de nuestras manos. Si te interpones, tu fogosa pasión nos quemara a todos y nos reducirás a cenizas, ¿entiendes por qué debes dejarlos de lado?

Ofrenda de sangre #2  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora