Un día Sara dejó la dolorosa monotonía del Cordero de Dios, los días dolientes y amargos, los días sin esperanza, esos días en los que se sentía muerta y vencida. Su personalidad rebelde, había sido masacrada por seres monstruosos; seres que la habían obligado a esconderse y avergonzarse de sí misma, a mostrar una imagen que no era.
En su esencia, Sara no era sumisa, ni cobarde, ni tonta. De ese modo jamás podría haber conseguido dar un giro a su vida para conseguir algo más que su libertad, ya que en su búsqueda había logrado un hallazgo sin precedentes, una sorpresa sin comparación.
"Sobrevivir por miedo a la muerte e irse al infierno por sucia y pecadora", ese había sido su lema de vida hasta entonces. Entrar al Báthory se suponía un verdadero castigo, y ver a la cara a seres sobre naturales se suponía que sería el apta de su defunción.
Y ahora, allí estaban ellos, demostrándole que ninguno era el incorrecto, que el amor era raro, pero existía en diversas y curiosas formas.
Claro que la perfección era un mito, por ello luchaba contra la lujuria de Tony y Adam en la pequeña cocina de su departamento. Le agradaba que decidieran compartirla a dueto, lo malo era que lo hacían apropósito, porque Noah podía verlos desde su departamento.
—Bas- basta... —gemía Sara, queriendo alejarlos de encima. Belmont y Leone la había acorralado entre la ventana y la nevera.
—No compliques las cosas, Sara —musitó Adam, estirándole la blusa—. Nos han dejado a solas, aprovechemos el momento.
—No siempre vas a poder juntar al agua y el aceite —susurró Tony, llevando su mano hacia la entrepierna de la chica—. Vamos a darle un buen espectáculo a tu vecino, disfrútalo.
—Le dije que somos familia. —Sara mordió su labio, pero a pesar de zarandearse y retorcerse ellos no la dejaron escapar—. ¿Qué va a pensar de mí?
—¿A quién le importa? —preguntó Adam, quitándole la blusa con la que se había hartado de jugar, y enseguida arremetió contra su sujetador.
Tony desabrochó su jean, y se lo bajó junto a su ropa interior. Sara apretó sus dientes con nerviosismo, más cuando notó que el depravado de Noah veía todo desde su departamento.
<<¡No, no, no veas! >>, la vergüenza consumía a Sara, que a duras penas trataba de cerrar las cortinas.
—Parece que es un sucio mirón —se relamió Tony, quitándose la camisa, lo mismo hizo Adam.
—Hijo de perra —gruñó Adam, bajándose los pantalones al mismo tiempo que Tony—. Este enfermo te ha estado observando desde su casa.
—Por favor, chicos —suplicó quejumbrosa, al momento de encontrarse desnuda y atrapada entre dos cuerpos deseosos, que no se detendrían hasta satisfacerse por completo, o por lo menos hasta desmoralizar al vecinito entrometido.
Con besos desesperados en el cuello y agarradas impropias de su personalidad, Adam y Tony mostraban lo maliciosos que podían llegar a ser. Noah no se quitaba de la ventana, y eso era lo que más le preocupaba a Sara. Para un vampiro estaba bien la perversidad; la lujuria corría por sus venas, pero, a pesar de vivir en un país donde la gente se jactaba de "tener la mente abierta", para los simples mundanos, eso que hacía era raro, retorcido e impúdico.
Adam tomó a Sara sin mucho esfuerzo, la colocó contra el frío vidrio de la ventana, los ojos de ella se encontraron con la mirada perturbada Noah, deseaba desaparecer, esfumarse con el viento.
—No quiero que vea, Adam —dijo ella entre dientes, pero en cambio, el joven mordió su hombro con saña, justo donde Joan había dejado su marca. Adam clavó sus orbes ennegrecidas en Noah, lanzando un gruñido espantoso, justo antes de dar el primer impulso para adentrarse al cuerpo de su chica.
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Ofrenda de sangre #2 ©
VampireDos años han sido insuficientes, el tiempo siguió corriendo sin piedad alguna. Dos, de tres ofrendas, han escapado a su trágico final. El mar, el sol, la arena, y las luces de las grandes ciudades pretenden, a Sara, hacerla olvidar. ¿Será tan fácil...