9. Otro yo

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Antes de abrir los ojos, Sara creyó que todo había sido un sueño; el reencuentro, el casamiento esa perfecta noche. Demasiadas emociones juntas siempre la hacían vacilar acerca de lo que era real o no. Tan solo el murmullo proveniente de la sala la espabiló. Se sentó en su cama, resintiendo algún que otro dolor; aunque ya sin fiebre. Sara se sorprendió al hallarse sola en la habitación, así que se vistió con un jean y un sweater, y se levantó para ver que sucedía.

Ella se acercó y notó que todos estaban reunidos; parecían tener una discusión donde el centro era un muchacho de piel tostada.

—¡No puedes irte, Tommy! —decía Jeff tomando a Tommaso del brazo, solo él se animaba a tocarlo.

—Me quedaré en el aeropuerto hasta que tengan boletos, no tengo nada que hacer aquí —respondió el lobo, deshaciéndose de agarre.

—Tal vez pase una semana hasta que puedas viajar —respondía Joan—. Al menos déjanos pagarte un hotel. Nos has ayudado demasiado.

—¡No los ayudé! —gritó enfadado—. Era un encargo de Francesca. Si es por mí, muéranse.

—Tommaso —interrumpió Sara—, necesito que te quedes un poco más.

Luego de las cosas horribles que le había dicho, sentía vergüenza al pedirle más favores. A decir verdad, tenía miedo de no poder controlar a esos seis en la ciudad.

—Ya cumplí mi parte del trato —dijo Tommaso, volteando su mirada a la puerta.

—Por favor —respondió ella, sintiendo remordimiento—, eres el padre de mi ahijado. Necesito salir, alguien tiene que cuidar a los vampiros.

—No digas eso —farfulló Adam—. No necesitamos niñera.

—¡¿A dónde irás?! —interrumpió Demian.

—Voy a hacer unas compras —respondió ella—. El centro comercial debe ser un caos, considerando que es veinticuatro de diciembre, temo perderlos o que tengan problemas.

—¡No quiero quedarme, a mí no me dices que hacer! —se negó el lobo, pero Sara lo tomó del brazo, ya hastiada, llevándoselo fuera del departamento para habar a solas. Eso les había quedado claro.

Sara cerró la puerta de su morada de un golpe, quedándose junto al lobo en el pasillo. Aunque los vampiros lo oirían todo tras la puerta.

—¡Perdón! —exclamó Sara, de una vez y por todas—. Hablé de más, es verdad que me cuesta pensar bien de ti, pero lo que dije de Leif fue cruel. No sé qué fuerza mueve a los lobos a cometer locuras, pero estoy segura que es algo que cuesta controlar.

—Está bien, por más que lo explique los humanos nunca lo entienden. Para ellos somos crueles, violentos y desconsiderados —dijo él, con la vista a un lado—. Es por eso que debemos esconder nuestra naturaleza, aislarnos de todos. Incluso, nosotros mismos tememos de lo que somos capaces de hacer.

Un largo silencio se hizo entre los dos, hasta que ella decidió relucir sus intenciones.

—Tom, ¿qué pasa cuando un lobo también es un vampiro? —preguntó Sara—. ¿Cómo se distinguen los híbridos como Leif de demás?

El licántropo se sintió descolocado, no esperaba una pregunta de esa índole en medio de su "discusión".

—Mi hijo es el único híbrido que conozco, y si alguna vez existió alguno lo habrán asesinado —confesó—. No sé cuáles serán sus padecimientos, si su lado vampírico se desarrollará antes que el lobuno, o al revés. Solo sé que la plata lo sigue dañando como a mí, que los eclipses de luna lo debilitan, pero no tanto. Francesca me dijo que el sol muy caliente le lastima la piel, como a ella. Si hablamos de debilidades y fortalezas, tiene las de ambos. ¿No hablaste esto con ella?

Ofrenda de sangre #2  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora