Diez años había sido un tiempo prudente para tomar algunas decisiones. Sara miraba en el espejo el rostro que conservaría toda la eternidad; no había cambiado mucho desde ese entonces, pero su cabello sí que había crecido. Lo usara suelto o trenzado le realzaba su barriga, la cual parecía a punto de explotar. Esta vez serían dos, y no había vestido que le entrara como antes.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Tony, ingresando a la habitación, su rostro denotaba preocupación con el sufrimiento de su esposa al tratar de vestirse.
Ella forcejeaba con un vestido color en tonos violetas de sus diseños exclusivos. Él ya estaba listo para partir, vistiendo con un elegante traje negro.
—¿Estoy tardando demasiado? —preguntó preocupada.
—Puedes tardar lo que quieras —respondió ayudándola a enfundarse en las finas telas. Él no se resistió las ganas de acariciarle la espalda, de rodearle el vientre—. El chófer puede esperar.
—Fue mi culpa por pensar que esto me entraría. La panza se ha duplicado las últimas semanas.
Tony sonrió y le alcanzó su cartera.
—Te ves hermosa —le dijo.
Tomándola del brazo le ayudó a descender las escaleras. Jack, Jeff y Joan esperaban en la entrada, listos para un largo viaje.
—¿No crees que vayan a nacer ahora, no? —preguntó Jack, tocando la barriga con temor, el vestido parecía a punto de explotar como un globo. No estaba psicológicamente preparado para verla romper bolsa, nunca lo estaba.
—Yo creo que serán tres —rió Jeff, tomando a Sara por la barriga para dejarle un delicado beso.
—Que se te haga un nudo en la lengua —masculló ella, sólo pensarlo le daba jaqueca. Aunque no podía quejarse, todos hacían su parte. Si bien poseerían los genes Arsenic, los padres serían todos.
—Falta un mes y sólo serán dos —dijo Joan, lo tenía calculado.
Se encargaba de revisar a Sara a diario, de controlar que todo fuera sobre rieles. No admitiría que los demás se preocuparan en vano.
—¿Y los demás? —preguntó Sara, rodeando con su vista la sala vacía.
—Demian y Adam están con las niñas en el auto —respondió Tony.
Sara asomó la cabeza por la ventana mientras los chicos esperaban en la camioneta para ir al aeropuerto. Demian sostenía a Ámbar, quien tenía ocho años pero aún era su bebé en sus ojos. Todos los padres tenían una debilidad especial por sus hijas, y aunque Sara renegara de ello, su primogénita tenía todas las características de una niña consentida. Además, tenía otra hija, Luna, quien era un poco salvaje debido a su naturaleza híbrida. Era difícil para sus padres establecer límites con ella, por lo que Adam prefería jugar con ella en lugar de dejarla correr sin control y estresar a su esposa.
Todos subieron al vehículo y partieron a tomar el vuelo, nadie quería perderse el gran evento del año. Elizabeth se casaría con Adolfo, aunque ellos estaban juntos ya hacía diez años, incluso habían tenido un hijo, Mateo, que ya tenía siete. Pero el lobo se enojaba cada vez que las mordidas sobre ella se borraran a las semanas; así que habían concluido que lo mejor era un casamiento tradicional, con alianzas y pastel. Además, era una oportunidad ideal para reunirse con todos aquellos viejos amigos que tan distanciados se encontraban.
Vlad había ofrecido su casa, y allí llegaban los comensales en una noche perfecta.
Los lobos se reencontraban con su padre y se ponían al tanto de sus vidas. La paz reinaba con Adriano como el alfa de la manada y con el fin de las disputas con los vampiros, él había encontrado pareja, pero hijos no tendría. Le bastaba con su gran cantidad de sobrinos; sobre todo los de Valentino y Rosemary, o Piero y Charlotte.
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Ofrenda de sangre #2 ©
VampirDos años han sido insuficientes, el tiempo siguió corriendo sin piedad alguna. Dos, de tres ofrendas, han escapado a su trágico final. El mar, el sol, la arena, y las luces de las grandes ciudades pretenden, a Sara, hacerla olvidar. ¿Será tan fácil...