El clan de los lobos se veía sobrepoblado al ser la base para los vampiros y humanos refugiados, los cuales necesitaban con urgencia una nueva organización en medio del caos. A quienes se les había perdonado la vida, serían enviados a la nueva hermandad de Vlad; mientras tanto, los lobos estaban obligados a darles asilo.
Aunque un conflicto mayor se daba entre hermanos en la cabaña familiar.
—¡Es una psicópata! ¡Malvada! —gritaba Tommaso a su hermano, Piero—. ¡No tiene escrúpulos!
—A mí me parece hermosa, y voy a hacerla mi esposa. —Piro mantenía la compostura ante el menos de sus hermanos—. Ella está de acuerdo. No nos quedaremos en el clan, si eso te preocupa. Aunque te recuerdo que tú también estás enamorado de una vampiresa.
—¡Es muy distinto y lo sabes!
Charlotte ingresó a la cabaña, se mostraba mucho más retraída que lo habitual, sus bucles estaban recogidos, y vestía de la misma manera sencilla que todas las mujeres de la manada, casi parecía una jovencita decente.
—Perdóname, Tommaso —dijo ella, acercándose a Piero para tomarlo del brazo—, pero me gusta más tu hermano. Es más varonil y menos dramático; además me salvó del incendio, tú estuviste a punto de matarme.
—¡Ese no es el punto! —exclamó Tommaso, a punto de salirse de sus cabales.
—Tom —dijo Piero, poniéndose firme—, tendrás que admitir que algunos si podemos ser felices junto a quien elegimos. Sabes que no daré marcha atrás.
—¡Ah, ya lo entiendo! —gruñó el lobo blanco, herido—. ¡Los dos son unos idiotas! ¡Pues sean felices! No sé para qué me gasto.
Tommaso salió de la cabaña cerrando la puerta de un azote, la furia iba a corroerlo, pero quizás eso no era todo lo que le molestaba, Francesca se iría pronto y él había decidido no intervenir más en su vida. Se despediría del amor de su vida y de su hijo, otra vez. El dolor no tenía igual. Asimismo, tenía que lidiar con que su madre estuviera de vuelta. Él era de los tantos que se mostraban reacios con su presencia. Laika era una desconocida ante sus ojos, pero otros de sus hermanos y familiares; como Adriano, Valentino e incluso Rosemary, parecían entusiasmados con la loba.
Laika jugueteaba con Leif, esbozaba una gran sonrisa al estar rodeada de algunos de sus niños, ahora hombres. Se veían felices, sonrientes, como si no les hubiese faltado durante veinte años de su vida. Trataban de mantenerse fuertes, de no lanzar reproches y tan solo pensar en como recuperar ese tiempo.
Francesca veía a la loba haciendo reír a su niño, suspiraba satisfecha al verlo saludable, contento, dichoso. los lobos lo habían cuidado, incluso, mejor que ella. Sara la acompañaba, apoyándole la cabeza sobre el hombro.
—¿Qué harás al final? —preguntó Francesca a Sara—. Dijiste que tu casa de la playa es de dos ambientes. Tendrás problemas con los príncipes si pretendes vivir allí más de una semana.
—Debo pasar por Santa Mónica a buscar a Jeffy, mi gatito —respondió Sara, ansiosa por verlo otra vez—, luego iremos al sur. Los chicos se pusieron de acuerdo en buscar una casa en un sitio más fresco, pero con playas. ¿Y tú?
Francesca bufó con su vista al cielo.
—No sé si regresar a Quebec, quiero que Leif esté más cerca de Tommaso. —La vampiresa observó al lobo blanco a lo lejos, sus miradas se cruzaron, y él la evadió al instante—, luego está Víctor.
—No entiendo —dijo Sara—, ¿tiene problemas con que Tom vea a su hijo?
—No es eso, está atravesando un mal momento —confesó Fran, entristecida—. Él y Azazel han quedado muy golpeados, y siento que no puedo con eso. Han llevado un mismo estilo de vida por siglos, sus hermanos han muerto, todo lo que creían se ha acabado, es como si... —Francesca revolvió sus cabellos con frustración—. No estoy a su altura, nunca lo estuve. Nunca me pregunté qué sentía, cómo había sido su vida, ¡y me siento tan egoísta! Solo pensaba en mis problemas de embarazo, en su apoyo, en mi dificultad para criar a Leif. Y él me acompañaba arrastrando el dolor de su tormento, sin reprocharme nada, siempre calmado.
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Ofrenda de sangre #2 ©
VampiriDos años han sido insuficientes, el tiempo siguió corriendo sin piedad alguna. Dos, de tres ofrendas, han escapado a su trágico final. El mar, el sol, la arena, y las luces de las grandes ciudades pretenden, a Sara, hacerla olvidar. ¿Será tan fácil...