Pasado I
Habían cientos de bonitos y brillantes colores, chuches y algodón de azúcar, terroríficas atracciones para niños grandes y otras no tan terroríficas donde él podía subir. Estaban en la feria, él sobre los hombros de Taeil, preguntándose porqué a sus padres les gustaba tanto entrelazar sus manos, a él le molestaba aquello, era un niño grande y podía caminar solito. Regresó su atención a la barra de chocolate que le habían comprado, pensando que en casa le esperaba un increíble pastel del mismo sabor, era su cumpleaños, el día en que sus papás eran más amorosos y consentidores, más de lo normal.
—¡Quiero subirme a eso! —Mark señaló un carrusel —¡Por favor!
Era un niño feliz, aunque no podía tener todos los juguetes que quería, porque: "Mark, no tenemos dinero mi amor, el mes que viene", hacía berrinche, sí, como cualquier niño, ganándose castigos de cosquillas que lo hacían reír hasta que olvidaba porque se había molestado.
El carrusel daba vueltas, Mark saludaba a sus papás cada vez que pasaba frente a ellos, ambos le respondían con sonrisas, sin embargo, hubo una vuelta en la que no le sonrieron, vio a su mamá en el suelo, a Taeil abrazándola y a un grupo de personas que se formaba a su alrededor. Siguió dando vueltas, quien controlaba el juego estaba demasiado ocupado llamando a una ambulancia como para notar que los niños subidos en el carrusel comenzaban a marearse.
En un abrir y cerrar de ojos estaban en el hospital, Taeil pasándose las manos por el cabello una infinidad de veces, estaba tenso, asustado, ni siquiera podía regresar a ver a su hijo para sonreírle y tranquilizarlo un poco.
—Señor Moon —el doctor hizo acto de presencia al fin y Taeil corrió hasta él —su mujer tenía problemas cardiovasculares —Taeil asintió —pues empeoraron notablemente, la última vez que vino le di una receta.
—¿Receta?
—Sí, eran medicamentos un tanto caros, pero altamente necesarios.
—E... ella no compró nada, no me lo dijo, ni siquiera sabía que había venido a verlo.
—Lo siento muchísimo señor Moon.
—¿Qué? ¿Por qué?
—El corazón de su esposa no pudo aguantar más —Taeil cayó al suelo —si tan sólo hubiera comprado los medicamentos... —se lamentó el doctor.
***
Desde la muerte de su esposa Taeil ya no era el mismo, no iba a trabajar, por lo que terminaron despidiéndolo, tampoco salía de casa a excepción de que fuera para ir al súper a comprar comida o a conseguir aquellas botellas que olían tan fuerte, vodka, tequila, cerveza y muchas cosas más, Taeil no bebía nada que no fuera alcohol. Las botellas estaban esparcidas por la casa, algunas regadas sobre el sofá y la cama, otras rotas en el suelo, por lo que Mark terminó cortándose más de una vez.
Las fotos familiares y de su esposa estaban tan rotas como las botellas, se sentía jodidamente culpable por no haberle puesto más atención, por atormentarla con sus problemas financieros o las dificultades de su trabajo, el dinero no importaba, podría haber vendido un puto riñón para poder comprarle las medicinas necesarias, todo habría sido mejor que perderla.
De a poco la feliz vida de Taeil y Mark fue oscureciendo, pasaron meses, un año, hasta que Mark al fin vio sonreír a su padre de nuevo, por alguna razón comenzó a arreglarse para ir a comprar la comida, ¿qué estaba pasando? El fin de semana fue de limpieza, luego de mucho tiempo la casa olía a lavanda y la luz del sol entraba por las ventanas.
Aquel era un día especial, Taeil vestía casual y él también, pero ambos llevaban zapatos nuevos, su papi lo había peinado muy bien e incluso tarareaba una canción mientras lo hacía, su voz era tan dulce, muchas veces le cantaba en las noches y él quedaba tan fascinado con lo bueno que era haciéndolo que terminaba dormido.
—Hoy conocerás a alguien especial, pequeño —le dijo abrochándole el cinturón de seguridad —es alguien muy buena, sé que te va a gustar.
El auto también estaba limpio, ni una botella de alcohol en el suelo o colillas de cigarrillo sobre los asientos, ni siquiera abrió la ventana porque quería oler el suave aroma a rosas que inundaba el lugar. Para sorpresa y gran satisfacción de Mark llegaron a la feria que se encontraba en las afueras, desde que su madre se fue no habían ido, estaba ilusionado, ¿tal vez se reencontrarían con su mami ahí?, por alguna razón nadie le había explicado a donde había ido su mamá.
Todo era colores y gente sonriendo, extrañaba tanto ir. Miró con envidia un globo rojo que sostenía una niña a su lado, se lo veía tan bonito flotando en el aire, ¡él también quería uno! Y lo consiguió, una rubia de hermosa sonrisa se puso de cuclillas frente a él y le dio un globo idéntico.
—Hola cariño, he esperado tanto por conocerte, me llamo Wendy.
—Saluda campeón.
—¿Ella es la persona especial con la que nos encontraríamos? —Taeil se sonrojó y Wendy rió —Pensé que sería mamá.
En efecto no fue su mami, pero Wendy tampoco estaba mal, tenía la voz dulce y le compraba chucherías a escondidas de Taeil, desde que la conoció había ido seguido a su casa, juntos hacían bocaditos e iban al parque, lo iba a recoger a la escuela y luego lo cuidaba en la tarde hasta que Taeil llegaba del trabajo. Su vida estaba recuperando el color, Wendy le estaba dando color, y unos muy bonitos. Aquella mujer era un ángel, uno muy inteligente que se graduó de la universidad, ceremonia a la que Taeil asistió junto a Mark, y luego consiguió un trabajo importante por sus buenas calificaciones. Entonces empezaron los problemas.
Wendy viajaba seguido por el trabajo, a veces se iba por días, tiempo que Taeil aprovechaba para ver fotos viejas de su esposa mientras bebía botellas y botellas de alcohol, luego empezó a hacerlo aunque Wendy estuviera con él, otra vez se moría por la culpa, la rubia trató de ayudarlo, de llevarlo a algún psicólogo, pero Taeil se molestaba y le gritaba, comenzaron a pelear, cada pelea más fuerte y agresiva que la anterior.
Un día Wendy recogió la poca ropa que tenía en casa de Taeil, para cuando se quedaba a dormir, y fue decidida hasta la puerta, encontrándose en el camino con un muy arrepentido Taeil que se arrodilló frente a ella.
—No me dejes, cambiaré, lo prometo.
—¡Llevas años prometiéndome lo mismo! Estoy cansado, no puedo seguir contigo Taeil, estás consumiendo mi vida con tus malos tratos y celos psicópatas, la última vez que llegaste ebrio me rompiste el tabique, ¿sabes cuál es la única razón por la que aún no te he denunciado? —exclamó furiosa secándose las lágrimas y señalando a Mark —Por él, ese pobre niño no tiene a nadie más que a ti, pero ten cuidado, porque te juro ¡TE JURO! Que lo estaré vigilando y si te atreves a lastimarlo, haré lo que sea para quitártelo.
Sin más miró triste a Mark y le sonrió, susurrándole un "Pronto volveré", que el pequeño leyó en sus labios. Terminó su camino hasta la puerta y salió cerrándola estruendosamente, claro que no se iría así no más, cuando llegó a su casa llamó a Xiumin, un viejo amigo de Taeil que se había mudado recientemente de Corea a Canadá, Taeil le había dicho que era psicólogo, tal vez podría ayudarlo.