Mark lloraba, M rió.
—La única manera que tienes de hundirme es contar todo —M dijo con una sonrisa ladina —¿sabes lo mucho que le dolerá a tu querida Wendy la verdad? La destrozarás Mark, creerá que te falló, se sentirá un asco de madre, ella llorará sangre y tu serás el único culpable, si no quieres verla sufrir, lo mejor será que te mantengas callado.
Mark se levanta de golpe al sentir una respiración pesada contra su rostro, M está cerca de sus labios, sonriendo, disfrutando el miedo de sus ojos como si supiera que estuvo soñando con él. Sin decir ni una palabra se separa de Mark y empieza a caminar por la casa, entrando a cada habitación, asegurándose de que haya privacidad.
—Pensé que estaba de vacaciones —M se acerca a Mark sigiloso —¿dónde está Wendy?
—No lo sé —es el momento de decirlo, su voz tiembla un poco, pero logra controlarla —en la comisaría tal vez, hablando con la policía, asegurándose de que te pudrirás en la cárcel, de que no volverás a lastimar a nadie más.
—¿De qué mierda estás hablando niño?
Esperaba algo más exagerado, aunque por el momento entiende su reacción, acaba de soltar una noticia muy fuerte de golpe, ni siquiera él se cree lo que le está diciendo, parece irreal.
—Le conté todo a Wendy.
—¿Te drogaste? —frunce el ceño M —¿Te estás escuchando al menos?
No tiene sentido, que de un momento a otro Mark cuente algo que se ha estado guardando durante tantos años. No lo tiene, sin embargo, al ver a Mark parado frente a él, con una expresión neutra y sin intenciones de decir alguna cosa más, M siente una sensación extraña arremolinándose en su interior, algo parecido al miedo.
Aturdido por la tranquilidad del menor, se acerca a él y lo sujeta del cuello con fuerza, golpeándolo contra la pared, al fin logra romper esa paz al dejarlo casi sin aire, Mark trata de tocar el suelo mientras araña la fuerte mano del señor M.
—No juegues conmigo, Mark —alza la voz enfurecido —¿Crees que estoy de humor para juegos?
—Se acabó.
El rostro del menor ahora está serio, unas cuantas lágrimas resbalan por su mejilla, a pesar de su postura recta, sigue aterrado, asqueado por sentir aquella mano en contacto con su piel.
—Me cansé de ti, no volverás a ponerme un dedo encima nunca más, ¿escuchaste? Nunca.
De repente su vida se resume a ese momento, a la satisfacción de ver a M con miedo, al gran placer que siente por estarlo enfrentando. Seriamente dudó cuando marcó su número y le pidió que llegara a su casa, pensó que al verlo se quedaría sin palabras y terminaría dejándolo usar su cuerpo una vez más, pero no, aquí esta, alzando la voz contra él, regocijándose de su ira.
Tras unos minutos de silencio M empieza a reír, lo hace sonoramente, escupiendo pequeñas gotas de saliva que caen sobre el rostro de Mark, el menor frunce el ceño, su corazón se oprime cuando M lame sus labios y quita la mano de su cuello.
—Eres mío, Mark —dice al fin —no tienes ni idea de lo que acabas de hacer, pequeño idiota, juro por mi vida que Wendy no le dirá ni una palabra a la policía, pero primero me encargaré de ti.
Sin poder evitarlo M lo lleva hasta la cocina, coge un cuchillo del primer cajón y lo pone contra su cuello, provocando en un primer contacto, una pequeña línea que se pinta de rojo sin ir a mayores.
—¿Te cansaste de mí? —el cuchillo hace presión contra el cuello de Mark, una suave presión que no provoca ninguna herida —Vamos, repítelo, dame el valor para acabar contigo de una maldita vez.