El amor es ciego

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Love is blind, as far as the eye can see,

deep and meaningless words to me.

La figura se estilizó al estirarse por completo, en toda su largura, en toda su amplitud, y mientras se impulsaba con sus piernas para tomar impulso y trazando un fino arco se sumergía en la piscina, el agua acristalada saltó como fina lluvia inversa dando un matiz de inmortalidad al momento, que nadie veía, porque a nadie le interesaba apreciar aquella presencia femenina; peor, aquel era de esos maravillosos momentos que se notarían con cualquier otra persona, menos con ella en particular. A ella era casi una obligación ignorarla. Se deslizó lenta por el agua, suave, ligera y casi voluptuosa, encogió y estiró sus piernas un par de veces cual simpática ranita en agua tibia, luego salió ligera y grácil y con pequeñas y planeadas brazadas, recorrió todo el largo de la alberca, para con una profesional vuelta de campana, volver y así, por quince vueltas exactas, todas dando respiraciones pausadas y tranquilas cada cuatro brazadas, todas sin necesidad de ayuda para sus ojos grandes y expresivos, todas con la fortaleza de quien se levantó temprano, calentó con ahínco y recién empieza su práctica matutina.

Y cuando por fin asomó la cabeza de entre la claridad verdosa que los azulejos del fondo daban al agua, tras todas las repeticiones que se obligaba a hacer con una rutina de relojero suizo, el cabello castaño oscuro se le adhirió al cráneo como un gorro de terciopelo; subió la escalerilla con lentitud, quitándose los restos del agua del rostro, cerrando los ojos con fuerza para que las gotas de sus artificialmente rizadas pestañas no fueran a entrarle en ellos; la toalla que apareció delante de ella, sirvió para secarse la cara y las manos, uno a uno los delgados dedos, con pasos seguros y sosegados, Pansy Parkinson, fino traje de baño negro y figura impecable, se acercó hasta los camastros donde sus dos amigas la esperaban pacientemente, ambas charlando animadamente, según alcanzó a escuchar, de nueva cuenta sobre el nuevo "forro" que se cargaba la Chang como novio y lo buenísimo que seguramente sería tirárselo todos los días antes de ir al gimnasio.

-Nada como correr cuatro kilómetros y nadar un rato para sentirse perfecta... esto es mejor que el sexo. -Exclamó con una sonrisa socarrona, sabía lo que venía, sabía la reacción de las otras, pero estaba en su naturaleza hacerlo, decirlo, la última frase había hecho soltar a Padma una carcajada; Pansy se inclinó hacia su mesa y se acercó con elegancia la taza de té a los labios, haciendo caso omiso de la expresión de su compañera, todavía sintiéndose increíblemente bien, fuerte como nunca, perfecta y aún más.

-Cada vez que dices eso en lo único en que puedo pensar, es en que te urge una revolcada y no tienes otro modo de decirlo. -Millicent luchaba por retirarse las correas de las zapatillas de correr, Pansy se volvió a mirarla ceñuda mientras Padma volvía a reír por todo lo alto, el té estaba frío, pero no importó, apresuró hasta la última gota aun cuando lo tomaba sin azúcar, miró a todos lados y creyó ver caras muy conocidas entre los que se movían ya hacia la alberca, defecto de ir más allá de las ocho de la mañana a esa área favorita de todos.

-Ustedes son las necesitadas, si lo único que hacen es pensar en ello. -Masculló sentándose en su banco mientras se secaba los costados y los brazos con cuidado, por ahí acababa de ver una melena rubia y ya sentía cierto hostigamiento absurdo o mejor dicho, ciertas ganas de salir huyendo. -El comentario era eso, sólo un comentario.

-Mira Pansy, hay comentarios que es mejor no hacer... -Padma se levantó, había terminado su rutina matutina de estiramientos, yoga y cotilleo y debía marcharse, así que fue tomando su botellón de agua y su varita de sobre la mesilla, mientras un elfo doméstico se le iba acercando para saber qué necesitaba. -... las veo en la oficina, no se olviden que hoy por la noche es la ceremonia, así que preséntense bonitas y puntuales... y sobre todo, alegres, chicas... y eso lo digo por ti, Millicent. -La Patil se ajustaba a las muñecas un par de brazaletes de plata que el elfo le ofrecía, habían sido pulidos casi hasta hacer que Pansy, desde su distancia, pudiera ver su reflejo en ellos; le complació ver su abdomen plano, sus bien torneadas piernas y su espigado torso.

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