Un día... ¿diferente?

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*Narra Bri*

Me levanté de la cama y vi que hoy salía el sol. Parece que va a hacer calor.

Me lavé la cara, me cepillé y recogí el pelo en una coleta alta. Me vestí con una camiseta de tirantes negra, unos shorts blancos y una camisa a cuadros negros y grises.

Bajé a la cocina, desayuné un zumo de naranja y tostadas con mermelada de fresa. Mientras comía las tostadas empecé a pensar en la conversación de ayer.

¿Cómo encontraría trabajo? ¿De qué trabajaría? Hoy me toca ensayo con la banda y Tomi... ¡Tomi! ¡Se me había olvidado que ibamos a ir juntos a clase!

¿Qué hora es?, me pregunté alarmada.

Miré el reloj. Las siete y media.

Menos mal. Entramos a las ocho y media. Terminé de desayunar y subí a limpiarme los dientes. Busqué las zapatillas que iba a ponerme hoy, ¿cuáles me pongo: las vans rojas o las moradas?

- Las rojas te quedan mejor - escuché la voz de Tomi cerca de mí.

- ¿Tú crees? - estaba acostumbrada a que entrara así en mi habitación. Me las puse y me miré en el espejo.

- Sí, Bri, lo creo - dijo sonriendo - estoy seguro de que las rojas te quedan mejor.

- Vale, entonces te voy a hacer caso - me giré sonriente, pero de repente me fijé en mi desordenada habitación, calcetines por allí, libros por el suelo, la cama desecha, ropa por allá...

Escuché la risa de Tomi.

- ¿De qué te ries, tonto? ¿Cómo no me has dicho nada? - me quejé.

- Ya es una costumbre escucharte llamarme tonto, yo también te quiero pequeña tonta - me guiñó un ojo - y no te he dicho nada porque mi habitación estaba así cuando salí - me sacó la lengua. Parecía un niño pequeño, era muy gracioso verle así.

- ¡Mentiroso! ¡Mi tía Elena jamás te dejaría salir de casa con la habitación sin recoger! - fue mi turno de sacarle la lengua haciendo que se riera - ¡Ves, seguro que la recogiste! Y mejor que lo haga yo si no queremos llegar tarde.

- Déjame ayudarte un poco, no creo que puedas recoger todo esto - señaló mi habitación - tu sola.

- ¿No crees que pueda sola? - achiné lo ojos.

- No - me miró serio. No pude más y me empecé a reir.

- Vale, acepto tu ayuda - sonrió triunfante, pero no le hice caso - ahora vamos grandullón, ¡a recoger! - dije cogiendo los libros de debajo de la cama.

Un rato más tarde habíamos terminado de recoger mi habitación. No la había visto tan recogida desde hace tiempo. Miré el reloj. Ocho menos veinte

- Hola chicos - entró mamá en la habitación con una sonrisa gigante intercambiando una mirada de emoción con Tomi.

Entonces me lo imaginé.

- Ya lo sabes, ¿no es así Tomi?

- ¡Claro! Ayer mi tía llamó a mi madre y se lo dijo, ¡voy a tener un primito! - gritó felizmente.

- ¡Y yo un hermanito! - nos abrazamos sonriendo.

Mamá nos miró, estaba muy sensible, casi estaba llorando. 

- Venga chicos, llegaréis tarde - respiró profundo en un intento de no llorar.

- Es verdad - le di un beso y un abrazo - Vamos Tomi - esperé a que se despidiera de ella y nos fuimos.

La música y la rivalidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora