Capítulo Cuarenta y Ocho

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Jaebeom citó a Mark en el bar donde solían conversar muy seguido, en cuanto vio entrar a su viejo amigo, enseguida lo notó extrañado, y claro, él también lo estaría si lo llamaran de la nada solo para hablar.

—Llegas tarde, creí que no vendrías —reprendió ahora Jaebeom, Mark solía regañarlo por su constante impuntualidad.

—Vamos, ¿ahora realmente te importa ser puntual? —Jaebeom no respondió como Mark esperaba y eso lo alertó sobre algo en verdad malo - Dime ¿qué sucede?

—No me lo hagas preguntar de nuevo. Ya hablamos sobre el asunto de Diana y nada se resolvió.

Mark se puso tenso en su sitio y desvió la mirada.

—Ah... Eso... 

—Sí, eso —señaló Jae—. Te agradeceré si me explicas qué demonios tienes en la cabez@ para hacer semejante estupidez. Antes te pedí que te detuvieras y dejaras de meterte en su mente, entiende que entre tú y ella no habrá más.

El chico comenzó a alzar la voz con enojo buscando una reacción por parte de Mark, y claro que la tuvo.

—Bien, ¿Qué es esto? ¿Un maldito juicio? —estalló en reclamos el americano— Como si tú fueras el chico perfecto para venir a darme sermones sobre lo que hago o no —Jaebeom se sorprendió por su acusación llena de rencor—. Que a ti no te importe dejar a alguien que amas —hizo énfasis en la última palabra— no es mi problema. Déjame luchar por la chica que amo y no me retes como si fueras mi maldito padre.

—No se trata de eso Mark. Sé que no eres idiota y estás consciente de lo peligroso que es que te metas con algo tan delicado como su mente. No es un juego.

—¿Tú que sabes? Seguro no has experimentado algo como el amor, así que ahórrate tus palabras para los jugueteos que tienes con tu rollo de una noche.

Lo peor que pudo que pudo hacer Mark en ese momento fue nombrarla. Fue entonces que Jaebeom tomó a Mark por el cuello de la camisa y lo zarandeó.

—Escucha imbécil; no tengo mucha paciencia, así que te romperé esa linda carita que tienes como vuelva a—

—¿Toqué la fibra sensible? —rio Mark sintiendo al instante el primer golpe en la nariz— Maldición, Jaebeom. Me equivoqué contigo, realmente te enamoraste de esa niña tonta —otro golpe, pero el chico no pudo evitar reírse de nuevo—. Dime, ¿no harías lo que fuera por ella?

—¡Cierra la boca! N-no estoy enamorado, y aunque lo estuviera, no haría nada si ella no quiere ¿Entiendes? Deja en paz a Diana porque ella no quiere nada contigo desde el momento en que la dejaste.

Mark al fin pareció procesar aquellas palabras, así que se quedó callado. Jaebeom no soltó el agarre a su camisa, sino todo lo contrario forzó su agarre y esperó respuesta.

—Te dije que no lo entenderías —murmuró viendo la mirada del pelinegro suavizarse—. En verdad la amo.

—No te creo. ¡No creo nada de lo que dices! —espetó Jaebeom soltandolo—. Déjala vivir como lo hacía, así era feliz. Solo así lo creeré. Piénsalo bien y no seas más un idiota, o perderás amigos que sí valen la pena conservar.

No tenía más qué decir. Había sido bastante claro y esperaba no tener que repetirlo más adelante. Pudo ver en la mirada de Mark auténtico arrepentimiento y con ello fue suficiente. Antes de marcharse, dirigió la mirada al rubio y suspiró.

(...)

—Diana por favor —insistió Nick—. Sal de ahí, hablemos de esto, te sentirás mejor.

—Por favor vete —musitó ella—. Quiero estar sola.

Nick suspiró y se rindió.

—Te dejaré con la condición de que prometas que estás bien —él sabía que era ridículo pedirle eso, pero quería asegurarse de que lo haría.

The Invisible Boy  |Jackson Wang|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora