Jason se levantó como todos los días y se dirigió a su trabajo. Por fortuna había logrado escalar puestos en una obra en construcción, donde comenzó como ayudante, haciendo tareas menores. Aunque la paga no era excesiva, al menos le servía para sobrevivir. Era muy consciente de su situación, y debido a que no tenía documentos, le sería difícil encontrar otro tipo de trabajo, sin contar que no poseía estudios para hacerlo.
Gran parte de la mañana su mente viajó a la bella mujer de cabello castaña del comedor y se encontró deseando que llegase la noche, para poder verla. Por lo general, si llegaba temprano, podía conseguir una plaza para obtener un plato de comida caliente. En su viejo edificio no tenía electricidad y menos aún, conexión de gas para poder cocinar una comida adecuada. Esa era razón por la cual también, iba algunos días a la semana a los baños comunitarios, para aprovechar las duchas calientes, y asearse como correspondía.
Cundo llegó el mediodía, su almuerzo consistió en un emparedado que había comprado en un mercado cercano a la obra, pocas veces se daba esos lujos, pero hacía dos días que no comía algo sustentable y su cuerpo comenzaba a reprochárselo. No había podido conseguir lugar en el comedor, y estaba dispuesto a hacer lo imposible para que eso no se repitiera esa noche. Ansiaba ver a la voluntaria que se había apoderado de sus pensamientos durante todos esos días.
Desde el momento en que intercedió ante esos sujetos para que no le hicieran daño, quedó pensando en sus palabras. Él no era ningún héroe, no estaba hecho de esa clase de madera. Aunque odiaba la injusticia, pocas veces se involucraba en problemas. Demasiado había tenido cuando era adolescente, como para sumarse más complicaciones. Pero no había pasado por alto la forma en que la miraban, los había visto en el comedor, y eso le parecía una actitud reprochable. Ella estaba haciendo uso de su tiempo para poder ayudar a los desvalidos, a su gente y ellos trataban de aprovecharse de su inocencia.
Como cada noche se había quedado hasta que el comedor cerrara, le gustaba disfrutar su comida y si añadía la compañía silenciosa de su ángel, el momento era perfecto. Se dio cuenta cuando ella se fue, y que la habían seguido. Por fortuna llegó justo a tiempo para evitar un mal mayor, solo habían logrado arrebatarle la cartera.
Por la mirada que uno de ellos le dio, reconoció que posiblemente se hubiera metido en algo más grande de lo que estaba acostumbrado, y sería probable que luego tuviera problemas, pero en ese momento era lo que menos le importaba. Solo se reconfortaba con saber que su castaña se hallaba a salvo. Después de confesarle su nombre, vigiló por el rabillo del ojo que ella subiese a su vehículo, y se fuera sana y salva.
Llegó al edificio abandonado, donde había instalado su vivienda, desde hace un par de años. Contaba con lo esencial, un colchón que había obtenido por un módico pago en una venta de garaje, una mesa que él mismo había reacondicionado, arreglándola con las herramientas que consiguió prestadas de la obra. Solo tenía una silla, pero como nunca tenía compañía, más muebles no eran imprescindibles.
En su desvencijada habitación, que era el cuarto donde la humedad aún no había alcanzado a consumir el interior, tenía unos cajones de manzanas apilados con su ropa, pulcramente acomodados y ordenados por prendas. No podía darse el lujo de tener la ropa planchada y perfumada, pero al menos estaba limpia. Ya que utiliza parte del dinero en hacer la colada todas las semanas, no le gustaba la idea de verse andrajoso. Si bien su guardarropa le pedía a gritos un cambio, tenía que buscar el momento para ir a alguna tienda de segunda mano o esperar las ansiadas ventas de garaje, que muchas veces lo habían favorecido.
***
Dos días más tarde, el trabajo lo había retenido más tiempo que el habitual, ya que estaban con las horas contadas y debían entregar los cimientos acabados cuanto antes, para la inspección del arquitecto. Su jefe lo había designado como encargado, ya que el viejo Phil estaba enfermo. Sus compañeros no tomaron la noticia de la mejor manera, aunque fuera un cargo provisorio, ya que era el más joven y el que menos antigüedad tenía en el grupo, pero su responsabilidad lo precedía, y por eso confiaban en él.
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En Brazos de un Angel
General FictionKeyla es un alma caritativa, Jason subsiste gracias a la caridad. Ella ha perdido a su familia, él nunca ha tenido una. A pesar de que su inocencia fue robada, Jason cree en la existencia de los ángeles y está seguro de que Keyla es uno. Pero hay ve...