Capítulo 6

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Ha sido una mañana bastante complicada, estoy ya en el centro, a punto de llegar al bufete del abogado del diablo aquel, espero que no tenga preparado un regaño o una nueva amenaza, al menos, si me corre de nuevo deseo que lo haga con decencia, digo, merezco una pizca de respeto luego de cómo mi jefa me echó de la oficina desde muy temprano, además me lo gané por andar caminando con este calor matutino, me tuve que quitar la chaqueta por lo acalorado que estoy, otra cosa que odio, llevar en mis manos algo, porque siempre termino perdiendo lo que lleve, me avalan cuatro celulares y diez sombrillas. Mientras avanzo siento que alguien me sigue, volteo discretamente y veo que un perrito color marrón con manchas obscuras detiene sus pasos y hace como que mira a la calle, entrecierro los ojos, creo que me está siguiendo, continuo avanzando y oigo esas uñitas golpeando el pavimento de nueva cuenta, me detengo y volteo a verlo y vuelve mover la cabeza como que no se da cuenta de nada.


-- Oye tú, ¿Me estás siguiendo? – que estúpido debo verme, hablando con un perro. Sin embargo este me ignora, por lo cual vuelvo a mi andar, y esas patitas las escucho otra vez, iba a voltear pero antes de hacerlo mi chaqueta es jalada con fuerza, miro y me doy cuenta de lo que ocurre - ¡Oye! Deja esto, es mi favorita, está vieja pero es mía – la jalo y el la jala, ¡Ay no! Se puede romper, pienso, si la suelto, seguramente él también la soltará y se la podré quitar, ¡Eso es! La suelto y es entonces que me percato de algo, ¡El perro se va corriendo! - ¡Vuelve para acá! ¡Perro ladrón! ¡Es mi favorita! ¡Ojalá te la robe un gato! – Y para coronar una mañana estupenda, un perro delincuente me acaba de asaltar, Evan, estás más salado que un camarón deshidratado, odio las ventas, odio visitar clientes, y empiezo a creer que el nuevo modus operandi de los delincuentes es entrenar perros.


Negando con la cabeza me doy cuenta que un par de personas me están mirando por lo que acaba de pasar, y para colmo de males estoy frente al edificio del abogado, al menos me consuela que él no vio mi patético altercado. Sonriendo entro, prefiero esconderme y de una vez hablar con ese señor antes de que transcurra más tiempo, diría mi abuela: al mal tiempo darle prisa. Ya me sé el camino, digo en recepción a donde voy, me dan un pase, y subo al piso que me corresponde.


Al llegar, noto el ambiente más relajado, parece otro lugar, no se puede cortar la tensión con un cuchillo como la primera vez que estuve aquí, en verdad parece como si estuviera en otro lado, por eso me cercioré que en verdad no me hubiera equivocado de piso, pero no, era el lugar que debía visitar, ¡Vaya! ¿Se habrá muerto el abogado ese? Digo, solo eso puede explicar este cambio. Me dirijo al escritorio donde se supone estaba la secretaria que despidieron, debía avisar mi arribo al bufete, siento pena por esa chica, la corrieron por mi culpa. Iba a voltear pero alguien me llamó.

-- ¡Señor Evan! – me doy cuenta cuando miro al escritorio de nueva cuenta de quién se trata.

-- ¡Eres tú! – exclamo con sorpresa y cierto gusto, es la secretaria que creí que habían despedido.

-- Sí, antes que otra cosa pase, quiero agradecerle su buen trato y lo que haya dicho allá adentro, desde que usted estuvo aquí el jefe es diferente conmigo, ¡Me recontrató!

-- ¡No es cierto! – dije en verdad, ese señor no podía haber cambiado en nada, jefes como él o como Sylvia nunca se vuelven buenos, es más, creo que mantienen su juventud gracias a que a los empleados nos roban la energía y las ganas de vivir.

-- Sí, en menos de una hora el abogado me llamó personalmente y me dijo que no se me olvidara que mi entrada al otro día era a las nueve de la mañana, que aprovechara mi tarde porque al día siguiente me esperaba mucho trabajo – esto es difícil de creer, me quedé sumamente sorprendido, yo me quedé con la idea de que la había echado de la peor manera.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora