Apenas había decidido hablar con los empleados de la agencia y sonó el teléfono de la oficina, quise ignorarlo hasta que mi secretaria me indicó que era de mi madre, suspirando tomé el auricular y contesté.
– Hola, mamá – le dije a modo de saludo
– Buenos días hijo, disculpa que te llame, pero quise desearte éxito en este día, hoy que regresan todos los empleados de sus vacaciones será cuando tengas realmente la carga de trabajo – me dijo, es cierto, durante estos días me dediqué a hacer cambios en cuanto a mobiliario, conocer las funciones de los empleados que se quedaron a guardias, a ubicar mi espacio y el de la gente que viene conmigo, pero a partir de hoy será cuando tenga en mis manos el destino de este lugar y el de todos los que aquí laboran.
– Gracias, si he de serte honesto me encuentro un poco inquieto, no sé, quizá y el nervio natural ante un nuevo reto – le comenté, desde que había llegado una sensación extraña me había invadido, preferí omitirla.
– Ay mi amor, no te preocupes, estoy segura que harás un trabajo excelente y tanto tu padre como yo estamos orgullosos de ti – su voz me hacía sentir un poco de calma, el trabajo que Sylvia me dejó era mucho y bastante tedioso.
– Gracias, verás que les daré resultados, no defraudaré la confianza de mi padre – por supuesto que podré con el paquete de este trabajo, claro que lo haré.
– Bien hijo, no te interrumpo más, trabaja duro y te mando mis mejores deseos, te amo – mi madre nunca dejará de preocuparse por sus hijos, nunca.
– Yo también, te dejo, tengo que ir a atender a la gente – me despedí y colgué, suspiré y caminé rumbo a la puerta, era momento de presentarme con los empleados que no me conocían aún – ¡Aurora! – llamo a mi secretaria para saber si ya están todos reunidos.
– Dime, Alan – cerrando la puerta tras de sí llega ante mí.
– ¿Ya los reuniste?
– Sí, ya está todo listo, cuando lo desees – asentí mientras la escuchaba.
– Pues ya es hora, vamos -
– Bueno compañeros, es hora de presentarse, el nuevo director de esta agencia, el licenciado Alan Fernando Bernardi Landeros – apenas había salido de la oficina cuando Aurora ya estaba hablando y presentándome.
– Buen día – alcancé a decir mientras con la mirada barría el frente observando los rostros que no conocía, eso pensé hasta que mi corazón comenzó a latir con tal fuerza y frenetismo que me quedé helado al ver aquella cara, aquel semblante que me estaba mirando, yo veía con sorpresa, pero él parecía verme con terror, era él ¡Evan! Mi primer y más grande amor – Por fin te encontré – dije en tono bajo, era él, más grande, sus formas juveniles habían desaparecido, ahora era un hombre, un hombre que se veía en esos instantes muy frágil. Junto a él estaba un muchacho, no sé quién sea, sin importarme el protocolo comienzo a abrirme paso entre el grupo que tenía al frente para llegar donde él, sin embargo noto como comienza a dar pasos para atrás sin dejar de verme, como voy acercándome descubro que está llorando, ese muchacho está llorando y el que tiene a un lado intenta hacerlo reaccionar, pronto repara en mi presencia, justo en el momento en el que ya estoy frente a ellos.
– No puede ser, eres tú... – ese desconocido menciona mientras me mira con sorpresa.
– Evan – digo con tono bajo, solo nosotros podemos escucharnos, como si de un tesoro valioso se tratara, estiro mi mano para poder tocarlo, para cerciorarme que no es un sueño, para entender que luego de tantos años por fin lo he encontrado, la persona que más he querido por fin está frente a mí.
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Una Eva y tres patanes
RomanceSi desde la primaria en las listas de asistencia lo escribían incorrecto o las maestras no pronunciaban bien tu nombre, era un indicio que algo ya marchaba mal en tu vida. Eva, Eva, Eva... ¡Con un demonio soy Evan! Con N al final. Soy empleado de u...