Capítulo 18

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Y luego de un mal trago y malos recuerdos aquí estamos, durante todo el trayecto de venida no me dijo absolutamente nada que no fueran cosas obscenas y asquerosas, a mí qué me importa que un lubricante sabor uva sea mejor que uno sin olor, Adán Edilberto es un puerco, sin embargo todo se vio recompensado al estar aquí, hacía tiempo que no venía al cine, es más, ni siquiera sabía que este cinema existía.


– ¿Y qué te gusta más? – lo miré para responderle.

– Pues, me gustan las palomitas con caramelo – inocentemente le dije, pero era mucho pedir que solo fuera algo decente.

– No, me refiero a si te gusta más acostado o de pie – es un cerdo, un cerdo, no sé ni por qué estoy aquí con él.

– ¿Es enserio que me preguntas eso? – lo iba a matar si seguía con sus obscenidades.

– ¡Deberías ver tu cara! – soltó una carcajada que provocó que los demás nos miraran con extrañeza, aprieto mi puño, estoy a punto de golpear a alguien.

– ¿Dejarías de hacer esto? Me estás poniendo en ridículo – comenté entredientes, iba a sacarle el cerebro a punta de golpes.

– Ya, está bien, pero queda pendiente esa pregunta – niego con la cabeza, es imposible hablar con este tipo.


Luego de estar formado durante un buen rato en la dulcería, porque había un mar de gente queriendo ver la película del antihéroe este, yo pensé que me la perdería, es más, a un amigo de Joseph le iba a pedir que me la consiguiera en pirata para poder verla en mi casa, digo, no es lo mismo pero al final de cuentas es igual, noto que varias chicas nos miran, de repente me sentí algo inquieto, ya luego entendí, a mi lado está un tipo lleno de bolas que es stripper y tiene un cuerpo bien cuidado, obvio no me miran a mí ¿cierto?

En fin, yo seguiré esperando y procuraré que este puerco no me enfade, no quiero echarme a perder el buen momento que me espera.


– ¿A ti como te gusta? – me pregunta, es todo, mi paciencia se acabó, ¡Se acabó!

– ¡Deja de estar de cerdo! ¡Si me gusta acostado o parado es mi maldito problema! ¡A ti qué diablos te importa eso! – le grité frente a la cajera de la dulcería del cine, no pude más, este tipo es un pervertido.

– Eh, pues... el señor se refería a sus palomitas, si las quería con mantequilla, con caramelo o combinadas – lo miro y se intenta aguantar la risa, la gente detrás de nosotros nos mira con pena ajena y la cajera se nota muy, pero muy incómoda.

– Ah, bueno... ¡Las palomitas! ¡Claro! Claro – no sabía dónde esconder la cara, en verdad si se hubiera abierto la tierra me habría arrojado sin pensarlo para evitar esta vergüenza que estoy pasando.

– ¿Mantequilla o caramelo? – se nota a leguas que este infeliz se quiere burlar de mí.

– Caramelo – digo forzadamente, juro que después de aquella vez en la que me quedé encerrado en un baño público, esta es la ocasión más vergonzosa que he pasado.

– Caramelo, guapa – le guiña el ojo a la chica y ella sonriente se va a traer nuestra orden, ¿en qué momento se me ocurrió acompañar a este sujeto? Y sobre todo ¿por qué sigo aquí?



Luego de esa terrible experiencia Adán tomó la charola con los refrescos, palomitas y unos dulces confitados que se me antojaron, como él invitó yo me hice ojo de hormiga, el que invita paga, a parte que yo ya me quedé sin quincena, las deudas son las deudas y apenas me alcanza para pagar, así que si él invita y me hace quedar en ridículo, que él pague, idiota.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora