Capítulo 16

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Siento que estoy haciendo algo que no debo, pero ni modo, es mi manera de ayudar, en sí es la forma en la que yo hago las cosas, se supone que ya salí de trabajar entonces no tendré problemas a menos que él se entere, Evan, si algún día alguien te dice que soy un chismoso, pues sí, sí lo soy y no me arrepiento, bueno a veces sí porque me he metido en cada problema, aún no olvido lo del incidente de la veterinaria, y lo que pasó fue que...

-- ¡Fíjate idiota! – me pitan y un tipo con cara de perro apaleado me hace una seña obscena desde la ventanilla de su auto.

-- ¡La tuya! – pos este, ha de creer que no se me defender, en fin, mejor me apresuro porque el señor este me está esperando y no debo hacer esperar a la gente, mi educación, mis costumbres y mis buenos valores me lo impiden, en verdad me tengo que aguantar la carcajada que siento está a punto de salirme.


Llegué, según la dirección este es el lugar al que debía llegar. Me siento un poco intranquilo, no sé exactamente que vaya a pasar, me adentro, es un edificio bastante opulento, se le nota la clase hasta en la pintura de las paredes, mucha gente se mueve por acá, todos de traje y muy estirados, me siento fuera de lugar, digo, mis pantalones informales y mi camisa arremangada hasta los codos no ayudan mucho. Subo al piso que debo y llego a donde me fue indicado.

-- Hola amiga, vengo buscando al abogado Adán Gregorio – saludo cordialmente a la chica que tiene una montaña de papeles en el escritorio, ella un poco aturdida me mira.

-- ¿Eh? – por atenderme casi tira sus documentos.

-- Que vengo a ver al abogado Adán Gregorio – le digo y ella espabila.

-- Disculpe, enseguida lo anuncio, ¿Cuál es su nombre?

-- Soy Joseph Cisniega, él me está esperando.

-- Permítame un momento – se levanta de su lugar y acude al despacho, segundos después sale y me indica que puedo pasar.



Si afuera es elegante, acá adentro es otro mundo, este señor está forrado en billetes, su oficina nada tiene que ver con la cueva de Sylvia, es todo lo contrario, aquí se ve que si hay dinero, este señor no tiene oficina, tiene un palacio.

-- Buena tarde Joseph, me alegra que pudiera venir, ¿le ofrezco un café o un refresco? – me saluda de mano y me ofrece algo de tomar.

-- Bueno, una refresquito no estaría mal, hace calor allá afuera, y si no es confianzudo de mi parte, me voy a sentar en este bonito silloncito – desde que entré fue lo primero a lo que le eché el ojo. Ojalá en la agencia tuviéramos uno así para echar lavadero a gusto, eso me recuerda que no le conté a Evan lo que le tenía que contar, ya ni modo, otro día le diré que anda muy solicitado y que ciertos tipos lo siguen como abeja a la flor.


Luego de un rato, en el que estoy cómodo cabe aclarar, el abogado se sienta frente a mí. Nos miramos y yo doy un sorbo a mi lata de refresco, noto que desea decirme algo pero no se atreve, así que, Joseph, es momento de entrar en acción.

-- Supongo que no me tiene aquí para verme el físico ¿verdad? – le digo y el serio como siempre entrecierra los ojos.

-- Supone bien, quise citarlo para hablar de algo importante.

-- Supongo entonces, nuevamente ando de supositorio, que ese algo tiene nombre raro y un carácter algo feo a veces ¿cierto? – le digo sonriendo y vuelvo a beber de mi lata.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora