Capítulo 24

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No sabía cómo, es más, no sabía ni el por qué, pero estos tres sujetos estaban en mi casa, o sea la casa de mi mamá, con mis mejores amigos a un lado y yo solo observando cómo se miraban inquisidoramente entre ellos. Pensaba que pasar unos días en mi ranchito iba a ser lo mejor y más relajante que me podría pasar en meses, pero me acabo de dar cuenta que no, nada iba a ser ni relajado, ni tranquilo ni mucho menos agradable. Tenía que hacer algo, correrlos, no sé, mandarlos a la calle, pero algo, Vito, Gabito y mi mamá estaban con la expresión de no saber qué ocurría.


– Bueno, señores, fue un gusto saludarlos, me alegró verlos, pero es muy tarde, demasiado tarde y la gente decente duerme a sus horas, y pues ¿qué creen? Estas ya no son horas, así que gracias por la visita vuelvan pronto y adiós – como pude iba empujando a Edilberto pues era el que me quedaba más cerca, cuando la voz de mi mamá se escuchó.

– Evan, espera un poco, yo creo que es de personas educadas invitarles a tus amigos aunque sea una taza de café – lo que me faltaba, mi mami a veces peca de buena gente.

– Yo sí se lo acepto señora, ustedes ya pueden irse, recuerden que estas ya no son horas – muy conchudamente Edilberto se soltó de mi agarre para luego dirigirse a los otros dos Adanes.

– Pues yo también quiero el café que la señora ofreció – miro con terror como Alejandro se acerca a la mesa.

– Doña María, será un placer para mí compartir una taza de café con usted, con su permiso – el abogado habló y se dirigió a la mesa en la cual cenábamos tranquilamente antes de que ellos llegaran.



Miré atónito como los tres habían tomado asiento en nuestra humilde mesa. Seguía sin comprender qué había pasado, y ni sé por qué pero tal vez Joseph tenga algo que ver en todo esto y de solo imaginarlo me da un no sé qué, que qué se yo. Ahora los tres estaban sentados a la mesa esperando a ser atendidos, ¿pero qué se han creído estos sujetos?

– Mamá, yo creo que ya no son horas para estar de visitas, además tú debes estar muy cansada como para estar atendiendo gente – traté de hacerla entrar en razón pero olvidé un pequeño detalle...

– Hijo, yo crié una buena persona, educada y con valores, así que por favor, dales a los señores los que ellos pidan – ella es más terca que yo, y sobre todo jamás desobedecería una instrucción de mi progenitora, nunca haría algo así, suspiré y los miré.

– ¿Con leche o sin ella? – ellos ganan, pero solo porque mi mami me lo pide.

– El mío solo y sin azúcar – dice Adán Edilberto – Yo no consumo azúcares, me gusta más lo amargo – me sonríe de una manera muy extraña.

– Yo con un poquito de azúcar, porque lo dulce en pocas proporciones es bueno – Adán Alejandro levanta sus cejas de un modo bastante peculiar.

– Yo como usted guste Evan, me adapto a lo que me pueda ofrecer – Adán Gregorio me dice asintiendo, con su típica cara de serio pero esbozando algo que pareciera una leve sonrisa.


– Sí, ya vengo – mis amigos seguían frente a mí y no podía olvidarlo – Vito, Gabito ¿Pueden venir conmigo por favor? – se miraron entre ellos y ya sabían que algo iba a ocurrir.

– Este, Evan, lo que pasa es que yo – Vito comenzó a hablar.

– Sí, ya es tarde y pos hay que ir a descansar para madrugar mañana – Gabito secundó.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora