Capítulo 33

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Estoy listo para el primer derechazo, pues este tipo qué se ha creído o qué se piensa, si más de uno ha comprobado que soy bueno para las palizas, este no será la excepción, aprieto los puños, ya va siendo hora de poner al desconocido este en su lugar. Lo miro, me cae mal, de entrada siento desconfianza y ganas de romperle la cara para que deje de tener esa miradita de creído y superior.


– ¿Y qué, Alan? – Digo burlonamente – ¿No vas a defenderte? – estoy esperando a que dé el primer intento.

– ¿Te crees muy valiente, cierto? – odio esa mirada, de autosuficiencia, de creerse más que los otros, me recuerda tanto a la mirada de aquella mujer, la mamá de Bárbara.

– No me creo, lo soy y te lo voy a demostrar, monigote – se está agotando mi paciencia.

– Engreído estúpido – me dice con esa vocecita de tipo elegante, doy un paso dispuesto a partirle la cara cuando suena un celular.

– ¿Qué pasa? – el tal Alan luego de observar de quién se trataba, toma la llamada - ¿Justo ahora? – Su cara de nefasto no cambia – De acuerdo, espérame, ya voy – no termina de colgar cuando ya me mira – Esto no ha terminado, Adán – como si le diera asco decir mi nombre, se daba la vuelta cuando de repente se detuvo – ¡Qué curioso! durante años he tenido presente ese nombre en mi vida, aquel inolvidable Adán – comenta con burla, no sé a qué se refiere pero me está molestando.

– ¿De qué hablas? – entre dientes le cuestiono.

– De nada, mi esposa y yo nos entendemos – sin decir nada más comienza a caminar, se larga, siento un escozor en mis manos, hubiera querido romperle todos los huesos a ese cretino, pero lo salvó la campana, a parte creo que a mí también, si Evan nos hubiera visto aquí, afuera de su casa, peleando a puño cerrado seguramente nos hubiera partido unos vasos en la cabeza, si con todo este relajo no se asomó quiere decir que no está, lo mejor es que me vaya y luego regrese, este tal Alan me arruinó el momento.


Mientras camino recuerdo sus últimas palabras, su esposa y él, mi nombre es un nombre común, y seguro estoy que a ese sujeto un Adán le dio un buen escarmiento, tal vez su mujer le puso el cuerno con un homónimo mío y la verdad lo felicito, sea quien sea ese Adán tiene mi respeto, me alegra que un tocayo le haya bajado la esposa, se lo merece por pedante y presumido, sonrío, cada quién paga sus culpas como debe de ser, me subo a mi motocicleta, debo ir a mi negocio, ya veré a Evan después.



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Me acabo de despertar, siento mis ojos hinchados, mi cuerpo cansado, miro por la ventana y me doy cuenta que está cayendo la tarde, no estoy en mi casa, estoy en la de Joseph, lo sé porque la conozco muy bien, respiro hondo, mi primer día de trabajo luego de unas vacaciones no tan agradables y termina de la peor manera, el momento que nunca hubiera querido que ocurriera, ocurrió. Estuvimos frente a frente, aquel que me destrozó la vida resultó ser el jefe, el hombre que me volvía a tener en sus manos, un mal hombre.


– Ya despertaste – mi amigo se asomó a su cuarto y me vio sentado en su cama.

– Sí, siento como si un camión me hubiera pasado encima – me quejo mientras estiro mis brazos.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora