Capítulo 39

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Estábamos resguardándonos después de aquel aguacero, Alan se había convertido en el mejor amigo que había tenido después de los que hice en mi pueblo. Poco a poco fuimos conviviendo hasta llegar a ser muy unidos, mirábamos las gotas caer, éstas rebotaban en el barandal y se deshacían, pronto acabarían las clases y tenía la idea de que seríamos amigos más allá de la preparatoria.


– Me caes muy bien Evan, no sé por qué no fuimos amigos desde primero, ya nos llevamos justo ahora que casi salimos de la escuela – me dijo tranquilamente mientras mirábamos aquel atardecer.

– Pues es que tú eres de otra clase, digo, o sea, de los populares y yo soy más tranquilo, de los que apenas socializan – le respondí con tono de broma, era cierto, Alan era de los chavos con los que todos quieren tener amistad, hasta donde sé es de dinero, seguramente nada le ha faltado en la vida.

– No, eres bien buena onda, la verdad me caes muy bien – pasó su brazo por mi espalda y colocó su mano en mi hombro – No creí que nos fuéramos a llevar tan bien.

– Ni yo, digo, quién iba a pensar que tú y yo nos hiciéramos amigos.

– La verdad no – soltamos los dos una carcajada sabiendo que no lo hubiéramos imaginado.

– Hasta a tus amigos Patricia, Lorena, Gustavo y Elías, les caí bien, y mira que son algo especiales – él puso un gesto de incomodidad cuando los mencioné. Más de una vez he notado que no le gusta que platique mucho con su grupito de amigos, a lo mejor y no le agrada que me lleve tanto con ellos, digo son amigos y quizá yo no embonaba en ese círculo.

– Sí, de preferencia no salgas mucho con ellos, son medio pesados a veces.

– ¿Te molesta que me lleve con ellos?

– No, no es eso, es solo que... bueno, no sé, es preferible que no salgas solo con ellos, para evitar que te hagan preguntas o pesadeces.

– Si tú lo dices está bien, aunque me caen bien, son muy simpáticos y llevaderos – me miró como si estuviera preocupado, ¿por qué me veía así?

– Sí – sonrió con incomodidad – Mira, ya casi oscurece, me gustan los atardeceres, son coloridos y frescos, no hace tanto calor.

– Se ve padre, qué bueno que nos quedamos aquí, para verlo y platicar.

– Sí – me apretó contra él y seguimos viendo el paisaje, él y yo solos, aquella cosa rara dentro de mí volví a sentir, su voz, su aroma, su tacto, había algo que me hacía sentir extraño cuando estaba exclusivamente con él, algo que mi cuerpo experimentaba solo con él. aquella tarde fue la última vez que lo miré con tranquilidad, el infierno estaba por llegar.



Gustavo se acercó a mí esa mañana, ese día iba a ser la tardeada de la escuela, la fiesta que se hacía en honor a los que se iban a graduar, el salón de usos múltiples estaba siendo arreglado, los maestros y algunos alumnos del comité preparaban toda la celebración de la tarde-noche. Ese día solo íbamos a exámenes los que no habían exentado, yo, por ejemplo, Alan era muy listo y por tal razón no fue. su amigo, de manera muy amable platicaba conmigo.

– ¡Mira que será divertido! – Gustavo muy sonriente me pedía que fuera con ellos a la fiesta.

– La verdad no me gustan esas cosas, prefiero quedarme en mi casa, total, no creo que por faltar no me den mi certificado – realmente me aburrían esas cosas y no deseaba perder mi tiempo.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora