Capítulo 19

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Me siento como si me hubiera ido a parranda toda la noche y luego de un estado de embriaguez total estuviera tan cansado como para ir a trabajar. Camino rumbo a mi lugar con una flojera tan grande que sería imposible no demostrarla, en fin, todo sea por el trabajo. El día de ayer fue un completo cúmulo de sentimientos raros, primero aquellos tipos flacuchentos que me agarraron de su puerquito y por su culpa me puse a chillar y luego Adán Edilberto que se portó todo raro en el cine, ese encuerador algo esconde, algo bastante feo, la verdad si he de ser sincero me sentí muy conmovido por su dolor, no sé qué es, pero se ve que le duele mucho, algo del pasado lo debe tener así, bueno, supongo que a ratos porque a la salida de la película volvió a ser el mismo, me habló de tangas masculinas, aceites para masajes y comida afrodisiaca, el colmo del descaro, la desvergüenza y la lujuria fue cuando se acercó a mi oído y me dijo que el tardaba casi dos horas en 'acabar', entendí perfectamente su referencia y fue entonces que mi puño quedó marcado en su brazo, luego de un certero 'cerdo asqueroso' que le dije y terminé en mi casa alrededor de las diez de la noche, por eso digo que estoy cansado, yo soy como los pollos, apenas anochece y ya estoy listo para dormir.


– ¡Pero qué carita! – me dice Joseph al momento que me dejo caer pesadamente en mi silla.

– Ay, no sabes qué flojera tengo, te juro que si no fuera pobre, debiera tanto y no fuera necesario, no me hubiera levantado para venir – dejé caer mi cara en el escritorio y me cubrí con mis brazos, tal vez así pudiera dormir un poco.

– ¿Y qué? ¿No piensas contarme como te fue? ¿Eh? Pillín – comenzó a jalarme los cabellos de mi remolino, o sea aquello a lo que llama 'gallitos'.

– ¡Déjame en paz! – le dije aún escondido en mis brazos, solo quería dormir, por culpa de Adán Edilberto no dormí todas mi horas reglamentarias.

– No seas malo, tienes que contarme como te fue con el cliente del 'Xperia' ¿Te hizo cosas malas? – por su tono de voz, ese 'cosas malas' iba referido a cosas puercas.

– ¿Es enserio? – lo miro, lo consiguió, salí de mi escondite, este sujeto no tiene consideración ni recato.

– No te hagas, si traes esa cara, es porque estuvo intensa tu noche, y como no me llamaste supuse que te la estabas pasando bastante bien, así que...– empujó un poco mi silla y se sentó en mi escritorio – Así que empieza por contarme, quiero detalles escabrosos, puercos y así – lo miro con sorpresa, ¿qué está creyendo que hice?

– De una vez te lo advierto, no hay nada raro del por qué tengo esta cara y este cansancio – lo miré con desapruebo.

– No, no, a mí no me engañas, algo tuviste que hacer para llegar así de cansado, cuéntame, ¿te estamparon contra la pared? O tal vez, no sé, ¿Te llevó al baño te quiso subir al lavabo y por tu peso lo tiraste, lo acomodaron pero se notaba que ya estaba roto y salieron del motel fingiendo que nada pasó? – ¿Eh?

– ¿De qué estás hablando Joseph? Luego por eso te dicen que eres pasivo.

– Yo no soy pasivo – me mira y se ríe nerviosamente.

– Muchas veces me ha dado curiosidad qué haces cuando sales de aquí – lo miro entrecerrando mis ojerosos ojos.

– Nada, solo ir a mi casa y llorar con mi soledad – lo sigo mirando en la misma forma.

– Claro, seguramente esas cientos de fotos que subes a tu red social, en las que estás bailando, tomando, saliendo de fiesta, abrazando personas que no conozco, son parte de tu ritual de llorar con tu soledad ¿cierto? – claro que lo he cachado, ese infeliz muchas veces se larga de fiesta y a veces termina llamando a la puerta de mi casa en la madrugada por lo borracho que está y olvidando donde vive.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora