Capítulo 43

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Desde que llegó la he visto extrañamente contenta, Bárbara parece muy feliz, quizás y algo de lo que hizo antes de venir por mi hijo le salió bien. Este es el momento que menos disfruto de cuando viene Josué a mi casa, el momento en el cual debe irse. Poco a poco me he ido encariñando con él, no cabe duda que es mi hijo, se parece físicamente a mí, tenemos gustos parecidos en cuanto a los deportes, he ido aprendiendo a convivir con ese adolescente que es carne de mi carne.

– Despídete hijo – le dice ella al chico.

– Ya me voy pá, vengo a verte el fin de semana – me dice el niño mientras me abraza.

– Me aprece perfecto, campeón, no lo olvides, el sábado yo pongo el balón de fútbol para ir a jugar – le digo y el salta de emoción.

– De acuerdo, porque hace rato que no juego, como mi papá Alan está de viaje, me aburre hacerlo yo solo – cada vez que menciona a ese tipo mi estómago cruje, pero debo entenderlo, Josué conoció a ese sujeto antes que a mí y nunca dejará de llamarlo papá.

– Sí, hijo – le revuelvo los cabellos.

– Oye Adán, estaba pensando que al no estar Alan, quizá tú podrías acompañarnos esta tarde a tomar un café, desde hace días el niño quiere ir a comer unas galletas de mantequilla en una cafetería a la que no hemos ido, y me parece una buena oportunidad para que pasen otro rato juntos ¿Qué opinas? – Bárbara me dice mientras rebusca algo en su bolso.

– Má, ya no soy un niño – refunfuña mi hijo.

– ¿Y por qué no vamos ahora? – le digo, aprovechando que ya estamos juntos.

– ¡Sí! ¡Vamos ahorita! – Josué grita entusiasmado.

– ¡No! – en automático deja su bolso y me mira – No, tengo unos pendientes y quiero llevar a Josué a cortarle el cabello, mejor en la tarde – me sonríe, esa sonrisa que hace tan típica de ella, formándose un hoyuelo del lado derecho de su boca.

– De acuerdo, está bien, hablo con Mat para darle unas instrucciones y los alcanzo – si era el pretexto para pasar más tiempo con mi hijo, entonces valía la pena.

– ¡Perfecto! – volvió a sonreírme mientras hacía su cabello al lado izquierdo de su cabeza – Nos vemos en la cafetería 'El Paste' a las cinco – me extendió su mano.

– Bien – allá los veo.

– Te veo al rato, pá – chocamos los puños y se va. Debía prepararme para la tarde, tomo mi celular y comienzo a hablar con mi amigo, esta tarde él se haría cargo del negocio, yo tendría un compromiso más importante...




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Encerrado como las ratas aguardo el momento perfecto para salir de la madriguera, debo andar con el ojo bien pelado, un solo error y caigo en la trampa. Por un momento creí que el abogadete ese se había descuidado, pero me di color que no, desde que tuve mis vacaciones patrocinadas en el bote me volví muy observador, demasiado. Rápido me di cuenta que el muñequito Godín estaba siendo vigilado, Evan, el nombre de ese chamaco, era custodiado, el muy imbécil es tan sonso que no se ha percatado del trajeado que está parado en la esquina de su trabajo.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora