Ya está anocheciendo, el autobús se detuvo en el paradero de mi hermosa tierra, respiré hondo, hacía tiempo que por el trabajo no me aparecía por este rumbo, ahora siento unas inmensas ganas de sonreír, de pensar que dentro de poco estaré con mi mamá, con mis viejos amigos, mi ranchito adorado 'Tres Valles', tomo mis maletas, las demás cosas que traje aparte de mi equipaje y comienzo a andar. El paradero queda frente al camino real, este es una carretera de terracería cubierta de piedra de grava, mi casa está pasando un enorme campo de futbol que está frente a una escuela, ambos se encuentran a un lado de la carretera principal, por lo que tendré que caminar un poco antes de llegar a mi hogar. Parezco hormiga arriera pues voy cargando varias cosas, unas para mi mamá y otras para mi gente, mis amigos.
Cada vez que paso por este enorme campo de futbol, una cancha de pasto natural y unas porterías hechas de tubo que se está oxidando, me acuerdo de mi infancia, corríamos por este lugar mis compañeritos de la primara y yo, no importaba si había llovido, al contrario, saltábamos sobre los charcos y reíamos mientras hacíamos la competencia de quién sacaba más agua, pese a todo tuve una infancia maravillosa, entre mis recuerdos está aquel exquisito pan de elote que hacía mi mamá, por lo de su enfermedad tiene muchos años que no lo hace, lo que menos quiero es que se fatigue, por eso mismo no le pido que lo haga. Por ir sumido en mis pensamientos no me percaté que casi me estrello con un coche, ¿pero a quién se le ocurre dejar un coche frente a la escuela? ahora que lo noto, hay una camioneta y una motocicleta, separadas por varios metros, ¿será que algún vecino tiene visita? ¡Quién sabe! Yo mejor camino con cuidado porque está oscuro y no me quiero dar un sentón en medio de la noche.
Luego de aquella caminata, por fin, veo el foco de la entrada encendido, mi casa. No es la gran cosa, mi papá antes de morir nos dejó una casita hecha con tablas y techo de lámina, así son casi todas las casas de estos rumbos, sin embargo yo no podía permitir que mi mamá viviera así, por lo mismo durante años estuve pagando para que poco a poco ella tuviera una casa de material, solo pude hacer dos habitaciones, la que es su recámara, su sala comedor, y ya la cocina ella aceptó que siguiera siendo de tablas y lámina, pero al menos ella está cómoda. Me acerco a la puerta de metal, está pintada de color rojo y tiene unos cristales opacos que ocupan la mitad de la misma, saco mis llaves y abro, por fin estoy en casa.
– ¡Mamá! ¡Ya llegué! – le hablo y de su recamara apoyándose de un viejo bastón aparece mi madrecita.
– ¡Hijo, qué gusto verte! – la figura encorvada de mi mamá aparece en el umbral de la puerta de su recámara, su enfermedad le ha deformado sus deditos, sus huesos le duelen muy seguido, por ello es que mando dinero para que una vecina la cuide todos los días.
– Mami, no te levantes, yo iba a ir, a ver, ven siéntate – de inmediato le acerco una silla, no me gusta que se esfuerce de más, en encuclillo frente a ella y la miro a sus cansados ojos – No sabes las ganas que tenía de verte, te he extrañado mucho.
– Ay mijo, yo también, pero allá en la ciudad tienes mucho trabajo y yo entiendo que no puedes venir muy seguido – ella, con mucha suavidad, me acaricia el cabello.
– Sí, eso es lo malo, pero bueno, afortunadamente soy vacaciones y estaré unos días por acá, contigo – me siento tan feliz de verla, solo me queda ella, mi papá tiene muchos años fallecido, por lo que mi mamá y yo somos nuestros propios compañeros.
– ¿Y cómo te ha ido? ¿Cómo te sigue tratando tu jefa, Sylvia? – me pregunta animosa.
– Pues bien, todo bien, Sylvia...– me quedo pensando, conozco a mi señora madre y es muy preocupona, por eso mejor le diré una mentirita piadosa – Mi jefa está súper bien, se va de vacaciones un buen rato, espero que le vaya muy bien a donde va – le comento, si le digo la verdad que pasa mi jefa es capaz de deprimirse y no deseo eso.
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Una Eva y tres patanes
RomanceSi desde la primaria en las listas de asistencia lo escribían incorrecto o las maestras no pronunciaban bien tu nombre, era un indicio que algo ya marchaba mal en tu vida. Eva, Eva, Eva... ¡Con un demonio soy Evan! Con N al final. Soy empleado de u...