Capítulo 8

2.7K 357 147
                                    




¡Estúpido Adán inmaduro! Me hizo perder el tiempo, ahora por esa razón tuve que regresarme en autobús porque ya estaba muy cansado como para volver caminando. El muy infeliz se largó y me dejó solo, ni porque lo apoyé en su partido chafa de futbol tuvo la delicadeza de decirme cuáles eran sus tontas dudas. En fin, lo único que me consuela es que ya es casi la hora de mi salida, hablaré con mi jefa, ya hasta lo tengo pensado y repasado, le diré a Sylvia que ese torpe de Adán no me dijo que quería, y que solo me llevó a perder el tiempo, checaré mi salida, me iré a mi casa, dormiré un rato y luego me comenzaré a cambiar para ir al restaurante ese que me dijo el señor abogado abducido por marcianos, ah, pero antes debo ir al cajero para retirar mis últimos centavos, digo, debo pagar lo que consuma y sería una vergüenza que no llevara ni para la propina.


Eso haré, eso haré, ya tengo pensada mi agenda de la tarde. Estoy llegando a mi área de trabajo y veo que hay un alboroto, entre las chicas se cuchichean cosas, mis compañeros varones las miran con indiferencia, será que alguien cumplió años y les trajeron un pastel, ¡Malditos! No me esperaron, avanzo rápido, digo, para que me toque cuando menos un vasito con refresco.

-- ¡Está buenísimo! – escucho que una de las compañeras dice con emoción, estos de seguro ya se acabaron el pastel, voy más rápido para ver si alcanzo algo. Llego a donde están en bola las chicas y lo único que noto es que al centro de ese grupo está Joseph, miro para todos lados y no veo ni rastro de desechables o comida.

-- ¿Y el pastel? ¿De quién fue el cumpleaños? – pregunto confundido al no ver nada.

-- ¿De qué hablas? – una de las chicas de marketing me pregunta.

-- ¿Nadie cumplió años? – vuelvo a cuestionar al notar que todo ese grupo me mira con extrañeza.

-- ¿Te sientes bien, Evan? – Joseph se me acerca y me toca la frente – Vienes algo caliente, pero debe ser por la noticia, de seguro – sentí como si mi cuerpo se congelara, noticia, noticia, ¿cuál noticia?

-- Ay sí, es que no estabas, a lo mejor y se enteró por el grupo – otra compañera menciona, me estoy sintiendo inquieto, esto me perturba.

-- ¿Qué pasa? – pregunto con la voz temblorosa, me siento asustado, ¿será que me van a correr? Pediré mi liquidación, eso haré, los dejaré en la quiebra, bueno, no tanto así, pero si les pediré una cantidad decente, ¡Ay no! Tan feliz que venía.

-- Sí, es que no sabes qué pasó, compañero, desde hace rato llegaron unos tipos muy guapos, bien musculosos y están encerrados con la contadora, ¡Ay debiste verlos! – la miro con cara de fuchi, ¿esa era la noticia? Y yo temiendo lo peor, nada de raro tiene que haya hombres así, hay millones como esos, nada tiene que ver eso conmigo.



Me dirigía a mi lugar cuando escuché que la puerta de la cueva de la contadora se abría y ella hablaba muy risueña y bromista.

-- ¿Qué les puedo decir? En mis mejores tiempo hasta me decían que tenía parecido con Sharon Stone – ay sí, como no, vieja malvada, como no saca a relucir su verdadero y satánico yo, iba a negar con la cabeza cuando lo vi, lo vi, lo vi, lo vi... ¡Lo vi!

-- ¡No por favor! – se me escapó decir aquello y me gané las miradas de las personas que salían de la cueva. Tarde me tapé la boca, ya me miraban, lo único que pude hacer fue sentarme rápidamente y pegar la cabeza en mi escritorio, pensando que de esa forma ellos me ignorarían y harían como que nada pasó... muy equivocado.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora