Capítulo 20 - FINAL DE TEMPORADA

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Lo que me dijo Sylvia me dejó completamente descolocado, nunca me hubiera esperado una noticia de semejante naturaleza, lo único que me queda es desearle muchas cosas buenas y mandarle toda mi buena vibra, ojalá, y espero que se recupere pronto, muy pronto.


– Evan, ¿no tienes refresco, verdad? – Joseph vino a visitarme y el muy embustero como de costumbre anda rebuscando en mi refri, sin embargo no tengo nada que reprocharle, al contrario puesto que siempre que viene y no encuentra algo en mi nevera va, lo compra y me lo deja, no puedo tener un mejor amigo que él.

– No, no tengo, me lo acabé antier, pero tampoco he comprado despensa porque mañana me voy, si dejo algo capaz y se echa a perder – así es, mañana después del trabajo, vengo por mis tres tiliches y me voy a casa, muero de ganas por ver a mi mamá, por estar en mi pueblo, en mi tierra.

– Ah no, pues aunque sea debemos comprar el de un litro, porque obviamente vamos a cenar y celebrar que nos vamos de vacaciones y nos alejamos del trabajo – levantó los brazos en señal de triunfo – Además dejaremos de ver a la odiosa de Sylvia un buen rato – como si me hubieran jalado los cabellos respingo de inmediato.

– ¡Cállate Joseph, no digas eso ni de broma! – lo reprendo y me mira con cierta sorpresa.

– ¿Qué dije? – espera que le responda, en automático recuerdo las palabras de aquella atribulada mujer.

– Yo en verdad espero verla pronto, muy pronto, para que me siga molestando por mi nombre, ella será la única a la que por una ocasión le permita decirme Eva, solo a ella – camino rumbo a mi viejo sillón, tomo asiento y suspiro, cuando regrese de tratarse espero que tenga los ánimos para discutir conmigo.

– Momento, aquí pasa algo, y por la cara que pones sé que es algo importante – mi amigo se acerca y se encuclilla frente a mí – ¿Pasa algo? Sabes que puedes confiar en mí – es cierto, Joseph es la persona más convenenciera del mundo, pero sabe ser amigo, sabe cuidar a alguien, y yo soy testigo de ello.

– Es Sylvia, ay amigo – siento mis ojos llorosos y por lo mismo dirijo mi rostro a otro lado.

– ¿Qué pasa? ¿Qué ocurre con Sylvia? ¿Te corrió? – Me mira con indignación, conozco esa cara – Dime si es así, soy capaz de ir a tirarle la puerta y golpearla con una escoba –se estaba enojando.

– Joseph, Sylvia tiene cáncer – con la voz temblorosa le confesé aquella dura verdad.

– ¡Ay no! – Se levanta y me mira sin creerlo aún – No me digas eso – su cara se entristece, me mira esperando que le diga que se trata de un chiste.

– No quisiera decirlo, no sabes cómo desearía que esto fuera una mentira, pero no lo es, Sylvia está enferma – los dos notamos que tenemos ganas de llorar.

– Esa infeliz, es una grosera, mal hablada, tacaña como ella sola, pero a pesar de todo eso la estimo, hemos pasado tantos años junto a ella que he aprendido a apreciarla aún siendo como es, pero no olvido que dentro de su cuerpo hay un alma noble, no olvido aquella vez que llegué llorando porque me iban a desalojar del departamento, me llamó pasiva cuando me miró, pero no tenía ánimos de responderle, lo notó y me llamó a la cueva, ahí me interrogó, me vio llorar, le conté que me había atrasado en dos mensualidades, y no por fiestero, sino porque en verdad había tenido problemas, luego de ello me echó de su oficina, a la salida me volvió a llamar y me entregó un sobre, me dijo que era el retroactivo de mis comisiones de medio año... ella me estaba dando de su dinero para que no me corrieran, ella me salvó el pellejo, y lo sé porque ese retroactivo no existe...– la primera lágrima rodó por su rostro – No es la mejor mujer del mundo, pero no es mala, solo quien realmente la conoce sabe que ella es buena, aunque a veces me saque de mis casillas, me haga enojar o me diga pasiva, he aprendido a apreciarla, y me da mucha tristeza esto que está pasándole – me miró y yo también comencé a llorar.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora