Capítulo 44

1.3K 220 44
                                    



– Evan... – Edilberto me está mirando con sorpresa, yo lo miro igual pero también con decepción, algo dentro de mí se acababa de romper, ese niño me recordaba precisamente a Adán Edilberto, ahora entiendo por qué, por qué ese parecido, ese muchachito es su hijo, el hombre que me dio mi primer beso tiene un hijo con una mujer hermosa, me siento terriblemente mal.

– Así que eres papá – digo mientras sonrío, es una extraña sensación que experimento dentro de mí.

– ¿Papá? – el jovencito se posiciona junto a él, su padre. Los miro, son casi idénticos, uno más viejo que el otro, pero se nota que ese muchachito lleva los genes de ese patán.

– Escúchame Evan, te iba a decir, pero no encontré el momento preciso para hacerlo – me decía como excusa, por lo pronto yo me dedicaba a terminar de recoger las cosas que no revisé con la señora Bárbara, que ahora caigo en cuenta de algo.

– ¿Usted? ¿Usted es su mujer? – la señora Mardi me miraba con tristeza, negué repetidas veces, una coincidencia muy desagradable he de decir – Señora, con todo respeto, yo creo que no podríamos hacer buenos negocios– le dije serenamente, apreté mis labios, me sentía impotente, triste – Lo lamento y me retiro – me giré y pude volver a ver a ese hombre a los ojos – Nunca olvidaré esto, nunca – le dije casi susurrando y me fui.

– ¡Evan, escúchame, necesito aclarar el punto! – me dijo, pero hice caso omiso.




Salí de la cafetería y no sabía qué hacer, miré de un lado a otro y me sentía perdido, por unos segundos no identificaba dónde me encontraba, respiré hondo y comencé mi andar. Ya caía la tarde, el calor era más ligero, caminé entre un mundo de personas, normalmente las esquivaba, sin embargo, varias veces me golpeé por no verlas. Mantenía mi mente centrada en los que iba a hacer, debía llegar, barrer mi casa, lavar una taza que había dejado sucia en el fregadero, acomodar la ropa sucia, sí, debía hacer muchos pendientes, me daría prisa para que no se me hiciera más noche.


Durante el trayecto del autobús miraba por la ventanilla, su hijo, su hijo, no quería pensar en eso, debía pensar en mis pendientes, solo mis pendientes importan, tengo que hacerlo, me debo dar prisa porque se hará noche y me dará flojera limpiar más tarde. No debía pensar en otra cosa que no fuera mi casa, mi desorden y mis pendientes por hacer, ojalá no haya tráfico y pronto lleguemos.


Luego de un rato ya metía la llave a la cerradura de mi casa, por fin había llegado, fue un día largo, Ashley me hizo pasarla mal desde temprano, hubo algo de trabajo en la agencia y tuve que ir a la cita con la señora Bárbara, la señora Bárbara, repetir su nombre me sabía mal, me dolía, Edilberto y ella eran papás de un muchachito, deben estar juntos desde hace años, y yo pensando que él... ya mejor ni pienso, ¿para qué?


– Me voy a apresurar, mejor – me dije y caminé a la cocina, había una taza con un poco de café, la iba a lavar cuando recordé aquel día en casa de mamá, cuando les serví café a ellos y a Adán Edilberto, tomé la esponja y la apreté con la mano, me quedé mirándola, cómo el jabón se escurría en mi mano, ya no pude evitarlo más, comencé a llorar, me dolía mucho lo que acababa de ocurrir, de repente fue como si me arrebataran un sueño, algo a lo que siempre he tenido la oportunidad de hacer: soñar, dicen que soñar no cuesta nada y eso es lo que he hecho muchas veces, pero este sueño me lo arrancaron, así como me arrancó aquel primer beso.

Una Eva y tres patanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora