– ¡Hola! – ese sinvergüenza estaba aquí, frente a mi amigo y como si nada. Desde mi lugar lo observaba y luce bien, bueno, a un tipo como el qué no le luciría bien.
– Adelante, pasa, estás en tu casa – Joseph lo hace entrar a su departamento y yo me incorporo de mi lugar, me siento algo extraño de volverlo a ver, luego de que desapareció sin más ni más de mi casa, ahora lo vuelvo a ver y siento esta cosa rara dentro de mí, es una sensación poco conocida y hasta cierto punto incómoda.
– Pues fui a tu casa, pero como no estabas me puse a averiguar y me dijeron que tal vez por aquí podrían estar los dos desempleados – con ese tono de autosuficiencia tan engreído el tipo nos miró con cierta burla.
– ¿Desempleados? ¿Nosotros? – Joseph se lleva la mano derecha al pecho y me mira con asombro, como si en verdad no fuera esa la realidad – No sé de qué hablas míster bolas, porque nosotros estamos de descanso. Luego de tanto trabajar el jefe se compadeció y nos mandó a descansar unos días – no lo puedo creer, este amigo mío es más mentiroso que una revista de chismes, ya vaya que él sabe de chismes, yo creo que por eso siempre se sale con la suya.
– Si tienes claro que vengo de la agencia ¿verdad? – Edilberto mira con los ojos entrecerrados a ese embustero de Joseph, el cual solo desvía la mirada.
– ¿Se te ofrece algo? No sé, un jugo, un refresco... algo – sonriente mi amigo empieza a atender a su invitado sorpresa.
– No, nada, así estoy bien.
– ¡Ay qué bueno porque no hay! Y hubiera tenido que ir a la tienda y la verdad no quiero salir de la casa hasta que la doña de los tamales se haya ido, por cierto, ¿no viste a una señora toda gordita y despeinada con un mandil a cuadritos de colores rojos y azules? - expectante Joseph le pregunta.
– Pues creo que sí, en la esquina vi a una señora así le debes dinero, ¿verdad? – Edilberto lo mira socarronamente y el otro da un par de pasos hacia atrás.
– ¡Ah! Señor mío, me ofende que piense que le debo dinero a la señora de los tamales, simplemente me hizo un adelanto de productos alimenticios que a su vez le abonaré monetariamente cuando haya recibido las percepciones correspondientes a mi desempeño laboral, y si me permites me tengo que ir a cambiar, los dejo antes de que me sigan ofendiendo diciéndome come cuando hay, mala paga, mal comensal y pide fiado y no paga, con permiso – y con una postura de muy ofendido se va y encierra en su cuarto, yo sé que es pura pose, porque la verdad sí es todo eso que dijo, por su culpa dejamos de ir con el señor que vende churros en el centro porque el muy miserable nunca le pagó los dos pesos que le quedó a deber, ¡Dos míseros pesos!
– ¿Si le debe, cierto? – Adán se recarga de la pared mientras me pregunta.
– Sí, desde antes de las vacaciones y aún no le quiere pagar, pero, en fin, ya vendrá la señora a cobrarle un día de estos.
– ¿Y cómo has estado? – desde su lugar me observa atentamente, me siento derechito, para que no me vea jorobado.
– Pues... bien, no me quejo, entre una cosa y otra ahí la llevo – le sonrío, es como si me alegrara volver a verlo.
– Me enteré que ayer hubo un problema en tu trabajo y renunciaste – con un poco mas de seriedad me habló.
– No quiero hablar de ello, es... es algo muy incómodo – lo volvía a traer a mi mente, Alan, después de tantos años ese sujeto regresaba a mi vida y estoy seguro que si le doy una mínima oportunidad ahora sí será capaz de acabar con lo que quedó de mí.
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Una Eva y tres patanes
RomanceSi desde la primaria en las listas de asistencia lo escribían incorrecto o las maestras no pronunciaban bien tu nombre, era un indicio que algo ya marchaba mal en tu vida. Eva, Eva, Eva... ¡Con un demonio soy Evan! Con N al final. Soy empleado de u...