"Cinco días, cinco días, cinco días" repetía en mi mente hace cuánto te había visto por primera vez.
Hojear mi cuaderno de pasta café se había convertido en mi segundo pasatiempo porque el primero era verte. Mi cuaderno ya había dejado de ser el lugar en el que dibujaba para convertirse en una narración explícita de cada vez que te veía por la ventana.
Agradecía ya no ir al instituto a diferencia de mi hermano, y que mis padres jamás estaban en casa. Tenía todo el día para esperarte en la ventana, la primera vez que te vi eran las seis de la tarde, pero ahora aparecías por la mañana. A veces te percatabas de mi y me saludabas con tu bella sonrisa, otras veces te veía clandestinamente.
Tenías una forma de vestir muy distinta a la del resto de las chicas en Bardstown, usabas vestidos cortos estampados, shorts de mezclilla, faldas de tablas, camisas de tonos neutros o pastel, zapatos viejos y jeans de tiro alto doblados de la parte inferior. Las ondas naturales de tus cabellos y su color eran imposibles de encontrar en las otras chicas de ese pueblo. Tú eras distinta.
Cuando te miraba en las soleadas mañanas me motivaba a seguir el día con una sonrisa hasta el anochecer, pero hoy no había sol, sólo una fuerte lluvia. Eran las cinco de la tarde y tú aún no aparecías en mi ventana, había perdido las esperanzas de verte hoy pero me mantenía esperando como un perro que apoyaba su hocico en el cristal.
Un cantar me hizo levantar la cabeza y casi subir sobre el escritorio para mirarte. Llevabas un vestido corto de color blanco y los pies descalzos mientras saltabas de charco en charco rítmicamente. Estabas empapada y yo no entendía cómo la gente no salía de su casa a darte un abrigo, parecía como si la gente estuviese acostumbrada a tu bella locura o como si no notasen tu existencia.
No pude evitarlo y salí frenéticamente de casa, tu mirada se posó en mi y me sonreíste con emoción.
-Hola.-dije con nerviosismo.
-Hola.-respondiste sin dejar de saltar en los charcos. Tú voz era tan hermosa como tú.
Eras seguridad, misterio y hermosura en el cuerpo de una perfecta joven.
Quité el paraguas que me protegía de la lluvia para estirarlo hacia ti, dejaste de saltar y me miraste confusa.
-¿Qué haces?-preguntaste arrebatándome el paraguas de las manos y cerrándolo.
-Te vas a enfermar.-dije con obviedad y tú reíste.
-Oh, Chandler. No me enfermaría así me inyectase cinco virus distintos.
-¿Cómo sabes mi nombre?-pregunté con asombro.
-Bardstown está lleno de sorpresas.-respondiste con un guiño.-Sígueme.-dijiste para después correr entre los árboles.
Te seguí hasta un pequeño lago con ondulaciones formadas por las gotas de lluvia, te recostaste sin cuidado sobre el mojado pasto mirando hacia el lago, repetí tu acción.
Sentí tu mano juguetona tomar los mechones de cabello en mi nuca enredándolos con tus dedos.
-Tu cabello es muy lindo.-pronunciaste en un susurro.
-El tuyo no se queda atrás.-dije y pegué un salto al sentir tu mano contra mi cuello.-Dios, estás helada.
-Lo siento.-dijiste entre risas. Nos concentramos en el lago a la vez que la lluvia disminuía en un tranquilo silencio.
-¿Me pasarías tu número?-pregunté armándome de valor y tú reíste una vez más.
-No tengo teléfono.-dijiste.-No hablo con nadie y me entretengo lo suficiente leyendo, no lo necesito.
-Puedes leer en el teléfono.-me miraste ofendida.
-Eso es como un delito. Sería como comer a través de tubos.-dijiste sin quitar tu vista de mi.- Nada se compara con el placer de sentir las paginas rozar tus dedos mientras el olor de estas inunda tu nariz.
Tus ojos brillaban mientras describías el placer que leer implicaba. Me limité a sonreír mientras te escuchaba.
Dejé a mis oídos ser inundados por tu bella voz que citaba tu parte favorita de un libro, cada palabra que salía de tu boca se transformaba en un paraíso para mí.
-Al menos dime tú nombre.-dije una vez terminaste.
-____.-dijiste mirándome fijamente, tus ojos cafés me sumergían en un abismo de perfección del que no quería salir.
"____, ____, ____." Repetí tu nombre mil veces en mi mente sin hartarme de escucharlo.
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Cold hands. (C.R)
FanfictionAhí estaba yo, mirando con tristeza las calles por la ventana hasta que apareciste tú, llevabas un short de mezclilla, una camisa blanca y unos viejos tenis sucios. Sostenías dos libros contra tu pecho, protegiéndolos como si de tu vida se tratase...