Eight.

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Mi familia volvió a Atlanta para hacer algunos trámites respecto a la venta de nuestra antigua casa. Me ofrecieron ir pero yo me negué, era incapaz de dejar de verte.

Durante esos días pasaste conmigo el tiempo entero, me negué a que durmieses en el sillón por lo que te cedí la cama y me quedé con el sillón a tu lado. Como siempre estabas tan fría te puse una de mis sudaderas del instituto, te llegaba a la mitad del muslo. Tomaste los caramelos que ya nadie comía en casa y te adueñaste de ellos.

El primer día que dormiste en mi casa dijiste que faltaban pocos días y que lamentabas todo, no entendía a qué te referías. ¿De qué estabas tan aterrada?

Cariño, todo eso era injusto. ¿Por qué tú tenías el derecho de saber todo de mi y yo no podía saber nada de ti?

Quería saber qué te atormentaba tanto, quería conocer tus miedos y tus pasiones, dónde tenías cosquillas y a qué sabían tus labios.

Estaba locamente enamorado de ti, sentía que te conocía profundamente pero no era así.

A pesar de todo, te amaba. En tan pocos días estaba seguro y me sentía algo tonto por eso, ¿Cómo podía amar a una chica a la que acababa de conocer? Pero lo hacía y lo hacía con toda mi alma.

Tu belleza me obligaba a guardar mis preguntas, era como si tuvieses un hechizo sobre mi.

¿Para qué faltaban pocos días? ¿Por qué estabas tan aterrada?

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Maratón 4/?

Cold hands. (C.R) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora