Twenty three.

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The girl with cold hands

-¡Papi!-Le llamé a aquel alto hombre con una maleta en su mano.-¿Vas a viajar otra vez, papi?-pregunté.

Mi padre no respondió a mi pregunta y mi madre limpiaba las lágrimas de su rostro.

-Te hice un dibujo, papi.-dije extendiéndole la hoja de papel.-¿Cuándo volverás?-pregunté jalando de la manga de su abrigo.

-Mack, por Dios.-exclamó mi madre.-Tiene sólo seis años, merece que le respondas.

-No me digas que hacer.-mi padre se hincó a mi altura.-Nunca volveré, cariño.

-Pero, papi-dije antes de que mis lágrimas invadiesen mis ojos y mejillas.

-Shhh.-dijo secando mis lágrimas.-Las chicas grandes no lloran.

Y esa maldita frase marcó mi vida. Mi padre era un hombre construido a base de estereotipos, era la clase de hombre que quería casarse con una mujer que tuviese la comida lista a horas determinadas con un hogar impecable, un hijo varón y un trabajo estable. El único fallo era yo.

Mi padre cruzó la puerta con su maleta y mi dibujo en manos y me prometí no llorar, mi madre me envolvió con sus brazos y nos dirigimos al comedor. Mi madre se sentó con los codos en la mesa y yo dejé mis pies colgar de la silla.

-Mami.-Le llamé.

-¿Si, cariño?

-¿Hice algo mal?-pregunté y mi madre me miró con asombro.

-Claro que no, linda.

-¿Papá se fue porque no soy rubia y tengo pecas?

-¿Quién te dijo que eso es malo?-preguntó mi madre.

-En la escuela dicen que soy fea porque mi cabello y mis ojos son oscuros y porque tengo manchas como un dálmata.

-Dales un buen golpe.-dijo mi madre acariciando mi cabeza.

-¿Papá se fue porque soy mujer?-mi madre permaneció en silencio sin querer confirmar mis suposiciones pero tampoco negándolas.

-Papá se fue porque es un imbécil.-mi madre depositó un pequeño beso en mi frente.

Al día siguiente llegué de la escuela escuela con mi pequeña mochila en el hombro, mi madre me miró asustada al notar mi rostro lleno de moretones y mi enorme sonrisa.

-¿Te golpearon, cariño?-preguntó con enojo.

-Dijeron que era fea.-mi madre se golpeó con la mano el rostro.- ¡Le rompí la nariz a un niño, mamá!-dije emocionada.

-Pero mira como te dejaron.

-No me importa, no lloré.-dije orgullosa.-Ellos quedaron peor.-mi madre no pudo evitar reír ante las consecuencias de su consejo.
*
Luego de diez años la vida se hizo más fácil al saber que mi padre se había ido porque tenía un hijo varón fuera del matrimonio. Mi mejor amigo era el niño al que le había roto la nariz en primaria y yo era una estudiante ideal.

La frase "las chicas grandes no lloran" aún marcaba mi vida, había cortado con mi novio y había perdido familiares y mascotas pero no me permitía llorar; lloraba por cosas naturales como azotar mi cabeza contra la puerta o golpear mi dedo meñique del pie contra un mueble, pero casi siempre lo evitaba.

Cold hands. (C.R) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora