No tenía idea de lo que sea que Asher podía tener planeado, pero, por extraño que sonara, tampoco estaba demasiado asustado al respecto. De hecho, podía sentir una pizca de curiosidad en el fondo de su pecho.
Solo una pizca porque el resto de su pecho parecía estar hundiéndose en un dolor insoportable. A pesar de que sabía que era su culpa, no podía evitar el dolor, la tristeza.
Matthew se había ido de viaje. Lo sabía porque le había enviado un mensaje corto y conciso:
Me voy de viaje por dos meses. Nos vemos entonces.
Dos meses. ¿Y qué se suponía que Sam hiciera durante dos largos meses? Vamos que, sabía que era él mismo quién había forzado a Matt a irse. Pero eso no evitaba que sintiera que el mundo se venía abajo, de solo saber que pasaría los siguientes dos meses intentando comprender qué demonios pasaba por su propia cabeza para alejar de aquella manera a la única persona que parecía comprenderlo por completo.
Quizás era lo que hacía falta para poder darse cuenta de que no tenía caso seguir intentando huir de lo inevitable. O, quizás con Asher aprendería cómo aceptarlo. Y finalmente podría aceptar lo que sentía por Matt.
Hundió su rostro en su almohada, soltando un gruñido frustrado, pero se vio obligado a volver a alzar el rostro cuando su celular comenzó a sonar. Como siempre, su corazón dio un salto en su pecho ante la expectativa de que se tratara de Matt, pero sabía bien que no era él. Ya le había dejado bien claro que no volvería hasta que se cumplieran los dos meses de su viaje.
Contestó, entonces, sin molestarse en verificar de quien se trataba. Después de todo, había pocas personas que pudieran estar llamándolo. No tenía muchos amigos, claro que, porque él no lo quería. Después de todo, era difícil saber quién se acercaba a él porque realmente quería y quién lo hacía por su dinero y su nombre.
―Chico confundido.
Se sentó correctamente, de un salto, al darse cuenta de que se trataba de Asher. Habían pasado un par de días desde que habían tenido aquella conversación y Sam había comenzado a creer que el mayor de los Ferrer se había arrepentido de su extraña proposición.
―Asher ―saludó, pasando una mano por su cabello, en un gesto que sabía era uno de nervios.
Pero, viéndose que no había nadie presente a quién tuviera que explicarse, no se sintió del todo avergonzado por ello.
―Tú y yo. Ahora. Siempre. Necesito ayuda ―dijo burlonamente, antes de cortar.
Sam arrugó las cejas, mirando la pantalla de su celular fijamente, por un largo momento. Pero, ¿qué?
Rápidamente se colgó una casaca al hombro y salió corriendo escaleras abajo, suponiendo que Asher se refería a que estaba afuera. Es decir, no le había dado ninguna explicación.
La casa estaba silenciosa, como solía estar. Después de todo, sus padres estaban en sus respectivos trabajos y Aiden había recogido a Amanda para su chequeo médico usual.
Mientras tomaba las llaves de la casa, Sam no pudo evitar preguntarse si quizás el motivo por el cual no era fácil para él admitir lo que sentía, se debía a que estaba tan acostumbrado a andar siempre pensando en otras cosas que no tuvieran nada que ver con él.
Siempre era sobre Amanda ―no era algo que le molestara, realmente― y sobre su enfermedad. Ella no había pedido tener cáncer. Ella no merecía estar constantemente al borde de la muerte. Ella no tenía la culpa que todo girara a su alrededor.
Sam no se quejaba al respecto, porque no tenía derecho.
Quizás por eso no se permitía pensar más de lo necesario en lo que sentía, porque no creía tener derecho.
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Sam (Mayores 2.5°)
RomanceSamuel black. El hijo mayor de Alexander y Emily Black. Tiene 18 años y es un chico que a penas ha salido de la escuela hace un año. Está empezando su carrera: Medicina. Al igual que su madre. Habría elegido Economía, como su padre, si se le hubiera...