Sam se pasó los siguientes días visitando a Amanda a cada oportunidad que tenía, demasiado asustado de quedarse en casa y correr el riesgo de que Matthew apareciera, pero también demasiado asustado de quedarse y que él no fuera a buscarlo.
Se sentía más confundido de lo que alguna vez se había sentido. Ni siquiera se había puesto así la vez que se dio cuenta que miraba a Matthew de otra manera. Y aquella vez sí que se había sentido confundido.
Aun lo recordaba como si hubiese sido ayer, a pesar de que había sucedido dos años atrás. Había sido poco después de que cumpliera dieciséis. Se habían escapado de la fiesta sorpresa que le habían organizado a Sam y habían ido hasta aquel balcón que tanto les gustaba.
Habían llevado un par de botellas de cerveza y se habían puesto a conversar, con el frío aire de la noche azotando sus rostros.
Sam lo había mirado, entonces. Y por primera vez en los tantos años que conocía a Matt, su corazón había dado un salto en su pecho, su abdomen llenándose de alguna sensación que no lograba comprender.
Había apreciado la forma en que los celestes ojos de Matt miraban más allá, la forma en que sus mejillas se sonrosaban a causa del frío y sus labios curvados en una tranquila sonrisa.
Matthew era feliz porque Sam estaba ahí.
Sam era feliz porque Matthew estaba ahí.
No necesitó más para saber qué había sucedido con él aquella noche.
Y desde entonces, había estado perdiendo el juicio lentamente, porque no sabía cómo dejar ir aquella sensación. No sabía cómo dejar ir lo que sentía por Matt.
Mientras hacía su camino hacia la sala de espera, no pudo evitar recordar la conversación que había tenido con su hermana tan solo unos días atrás.
Una parte de él quería creer que tenía razón, que no podía huir de sus sentimientos para siempre y que tenía que aceptar que muy probablemente le gustaban los chicos. Intentó no hacer una mueca cuando aquel pensamiento se estableció en su mente. Y es que, aun le era difícil aceptar que aquel pudiera ser su caso.
La otra parte de él solo quería refugiarse en Matt, incluso cuando no quería aceptarlo.
Apartó sus atolondrados pensamientos de su mente e hizo su camino hacia la sala de espera, donde estaban sus padres, esperándolo.
-Siento que no te veo hace meses -fue lo primero que dijo su padre, cuando llego hasta ellos y lo envolvió en un abrazo rápido. Era cierto. Sam se pasaba todas las horas posibles con Amanda y las que no estaba con ella, las pasaba encerrado en su habitación, preguntándose cuando las cosas cambiaron tanto para él-. ¿Estás bien? -preguntó, en su oído, antes de apartarse del todo.
Sam le mostró una pequeña sonrisa, que esperaba no hubiera lucido demasiado forzada.
-Lo estoy, gracias -contestó.
Su padre asintió y palmeó su espalda suavemente. Sam estrechó la mano de Adam, quien rápidamente continuó con su conversación con su padre, como si fuera algo de demasiada importancia como para esperar más tiempo.
Así que Sam decidió no entrometerse y envolvió a su pequeña madre en un abrazo de oso que la hizo reír.
Cuando Sam la dejó ir, sus ojos encontrando los de ella, su madre le mostró una pequeña sonrisa.
-¿Matt? -preguntó.
Y Sam intentó no pensar demasiado en el hecho de que siempre parecía preguntar por su mejor amigo. Siempre parecía decirlo de otro modo. Siempre parecía sentir que ella lo sabía, incluso antes de que él mismo lo supiese.
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Sam (Mayores 2.5°)
RomanceSamuel black. El hijo mayor de Alexander y Emily Black. Tiene 18 años y es un chico que a penas ha salido de la escuela hace un año. Está empezando su carrera: Medicina. Al igual que su madre. Habría elegido Economía, como su padre, si se le hubiera...