No estaba funcionando como había creído que lo haría.
Estar en su escondite favorito solo estaba logrando que no pudiera dejar de pensar en Matthew. Después de todo, fue él mismo quien le mostró el lugar. Era inevitable que su mente siguiera viajando hasta él.
Si se concentraba lo suficiente, aún podía sentir sus suaves labios sobre los suyos. Recordaba a la perfección lo bien que se había sentido besarlo. Y por mucho que estuviera intentando quitarlo de su mente, era mucho más fácil seguir recordando a cada momento.
Resopló y se giró, para bajarse de la baranda. Y cuando sus pies finalmente tocaron el suelo, sacó su celular. Sus dedos flotaron sobre el nombre de Matthew, por un breve momento. Porque era a él a quien llamaba cuando necesitaba de alguien. Pero rápidamente pasó por los contactos, buscando alguien diferente a quien llamar. Y cuando un nombre que llamó su atención apareció, rápidamente marcó.
Su pie se movió arriba y abajo, mientras intentaba esperar con paciencia.
-¿Hola? –escuchó, luego de tres timbrazos y finalmente pudo respirar con tranquilidad.
Eran las siete de la mañana de un Domingo, casi había estado seguro de que ella no contestaría. Pero, una parte de él había estado rogando que lo hiciera, porque ya había soportado varias horas, solo y necesitando alguien con quien hablar.
-Peyton –dejó salir, con una exhalación.
-¿Sam? –preguntó ella-. ¿Está todo bien?
Y él se quedó callado porque, ¿qué exactamente iba a decirle? ¿Que había besado a su mejor amigo en un momento de debilidad y que luego de herirlo, había salido corriendo sin más?
Había sido un idiota.
Herir a Matthew había sido un movimiento estúpido. Probablemente la peor decisión que hubiera tomado en toda su vida. Él era en quien recaía. Era su mejor amigo. Sam lo necesitaba y Matt lo necesitaba a él. Y no era sólo una cosa de sentimientos por su parte, era porque su mejor amigo lo conocía como nadie más lo hacía, incluso mejor de lo que él mismo se conocía.
-Si hay algo de lo que necesites hablar, puedes decírmelo, Sam –escuchó a Peyton decir, entonces y rápidamente dejó de pensar.
-Si –contestó, en voz baja–. Por favor –agregó, odiando la vulnerabilidad en su voz.
Pero no podía realmente evitarlo, prácticamente había perdido a su mejor amigo. Le había dicho que no había significado nada para él, incluso cuando aquellas eran las palabras más falsas que había pronunciado en toda su vida.
No había vuelta atrás para lo que había sucedido. Nunca la habría.
-Puedes pasar a recogerme, si eso quieres –replicó Peyton -. ¿Suena bien?
Ella, de alguna extraña manera, era una persona que parecía capaz de comprender lo que sea. Era la única persona que Sam creía que podría ayudarlo. Era extraño, pero ella era una chica especial. No estaba exactamente seguro de como sabía aquello, pero estaba completamente seguro de que no se equivocaba.
-Estaré ahí en diez minutos –contestó y rápidamente cortó para poder dirigirse hacia la casa de la muchacha, en su auto, que gracias al cielo había tomado, cuando salió corriendo de su casa en medio de la madrugada.
Pero cuando llegó ahí y estuvo finalmente frente a la puerta, a punto de tocar, se quedó inmóvil. Porque nuevamente no tenía ni la más mínima idea de qué le diría.
No le había dicho a nadie sobre sus sentimientos. Sólo Amanda había logrado sacar alguna pequeña información de él. Pero fuera de eso, ni él mismo estaba dispuesto a aceptar lo que estaba sintiendo. Incluso luego de haber besado a Matthew, no sabía cómo aceptarlo.
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Sam (Mayores 2.5°)
RomanceSamuel black. El hijo mayor de Alexander y Emily Black. Tiene 18 años y es un chico que a penas ha salido de la escuela hace un año. Está empezando su carrera: Medicina. Al igual que su madre. Habría elegido Economía, como su padre, si se le hubiera...