El último reflejo, sacrificio y fin.

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Sungyeol había llegado a casa hecho pedazos, sus piernas dolían de tanto correr, sus ojos ardían y se encontraban ribeteados debido al llanto. Se preguntaba qué tan cruel se necesitaba ser para llevar a cabo algo tan ruin, él no merecía, aquello, ni él ni su familia. Finalmente terminó desplomándose en la cama, soltándose a llorar sin consuelo alguno en la soledad de su oscura y triste habitación, dibujos de Myungsoo descansaban sobre su escritorio, fotografías y cartas que alguna vez escribió en sus tiempos libres, preso del dolor y el sufrimiento que le causaba aquella decepción terminó durmiendo, dejando que la noche pasara lenta y tediosamente, hasta que los rayos de la mañana entraron por la ventana, acariciando aquel húmedo y enrojecido rostro, mientras él descansaba, a un par de kilómetros un alicaído y ensimismado Myungsoo yacía Tirado en el suelo de aquella habitación, no podía saltar, tampoco trepar por la pared, se sentía cansado, débil y lánguido, los golpes le habían restado fuerza, más de la que consumir sangre animal le había provocado, agregando a esto su condición mitad humana, su pálida piel siendo masacrada poco a poco por los rayos del sol que con El Paso de los minutos y horas, comenzaban a hacerle sentir mareado y desorientado pero sin llegar a causarle daño cutáneo, aún.

2:30 PM, los rayos se alzaban imponentes desde las 8:13 AM, cinco horas aproximadamente llevaba siendo azotado por el mortífero rayo de luz, el cual solo lograba hacerse más intenso y brillante debido al reflejo de los espejos, haciéndole difícil mantener sus ojos bien abiertos. Sabía que merecía aquello, así como sabía que lo mejor era desaparecer ya, Sungyeol se había ido, sus demonios volvían fuertes a martirizarle producto de sus más atroces actos, haciéndole cerrar sus ojos melancólicos y triste, suspiros escaparon durante toda la noche de entre sus labios, haciéndole remembrar el momento en que Sungyeol estuvo a su lado bajo el Puente, yéndose así poco a poco de recuerdo en recuerdo, sonriendo entre lágrimas mientras palpaba su pecho.

-Cómo me habría gustado que me acariciaras el cabello una última vez.

Murmuró con añoranza, escuchando como voces provenientes del vestíbulo resonaban por el lugar haciendo eco.

Sungyeol comenzaba a despertar, alborotó sus cabellos y abrió sus hinchados ojos, observando un cofre de madera del tamaño de una radio enorme en su escritorio, lo cual le hizo ladear la cabeza pues estaba seguro de que aquello no estaba ahí antes.

-¿Que es esto?

Murmuró mientras se levantaba descalzo hasta el escritorio, abriendo el cofre lentamente hasta observar dentro un sin fin de hojas de papel dobladas, Tomó una y la abrió con lentitud, distinguiendo enseguida la letra en cursiva de su amado, suspiró y leyó el contenido.

"Ángel mío, corazón mío.
Manos tuyas embelesar mi ser, salvaje y libre alma conquistando amores.
Corazón helado latir desenfrenado, espíritu con brío inspirar mi sentido.
Ojos negros admirar hermosos labios
Y cabellos sedosos seducirme amoroso."

Sus ojos se llenaron de lágrimas involuntariamente, era uno de aquellos poemas con los que soñaba, los que Myungsoo le murmuraba mientras dormía.

-Myungsoo me pidió que lo dejara aquí.

Habló Kei desde la puerta de su habitación, haciendo que Sungyeol se girara con ímpetu.

-¿¡Que haces aquí!?

-No te preocupe, yo ya me voy, solo vine a dejarte esto, todo está donde debe estar.

Dicho esto Kei salió del lugar, dejando confundido a Sungyeol quien miraba receloso a la susodicha y enseguida al cofre, finalmente hojeó las cartas, poemas hermosos escritos para él le sacaban una que otra sonrisa, una caja musical y varios casetes de músicos como Vivaldi, Chopin y Bach Se encontraban en este, Continuó hurgando hasta dar con el camafeo, sorprendiéndose al mirarle pues creía que ya que el objeto se encontraba limpio, Myungsoo lo guardaba, pero no, estaba ahí, junto con un montón de cosas, entre ellas, una fotografía suya a blanco y negro bastante antigua, la giró y pudo leer en esta 1901, San Marcos, Venecia, siguió observando hasta que finalmente una carta más corpulenta y con un sello de asomó entre las hojas, haciéndole fruncir el ceño por ello conforme la abría.

Neblina. (Myungyeol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora