— Cierra la puerta. —le digo a la compañera de clase que he usado para traer a Cristina a una sala vacía, aislada de oídos curiosos.— ¿Qué es esto? ¿Una broma friki de las vuestras? —pregunta la pelirroja mirando confusa a la chica y luego a mí, lanzándome una mirada de superioridad.
— Sólo quiero hablar. —respondo sentándome en uno de los pupitres.
— Si te vas a confesar ahórratelo, no me obligues a humillarte. —contesta poniéndose los brazos en jarra.
— Tranquila, no tengo intención de declararte mi amor, aunque si de salir contigo. —comento tranquilamente comenzando a balancear los pies.
— ¿Me estás vacilando? —pregunta con el ceño fruncido Cristina, mirándome con desdén para luego buscar un rastro de broma en su amiga.
— No, simplemente te quiero ofrecer un trato. —respondo tranquilamente—. Sal conmigo, obedéceme en lo que te ordene y te conseguiré todo lo que necesites.
— ¿Estás de coña? ¿Por qué ha pensado tu pequeño cerebro que hay si quiera una mínima posibilidad de que acepte? —contesta observándome como si estuviera loco.
— Porque ambos sabemos que eres una interesada, no tienes reparos a la hora de conseguir lo que quieres. —comento viendo su cara cabrearse.
— ¿Quieres que llame a mi novio para que te rompa la cara?
— Aunque lo hicieras, tampoco me pegaría. —digo con diversión riendo—. Puedo conseguir que las personas hagan lo que quiero y que ni siquiera lo recuerden.
— ¿Tú que drogas te metes niño? —suelta Cristina mirándome con algo de miedo y luego dirigiendo su atención a su amiga que está tranquilamente escuchando—. ¿De qué va todo esto?
— No me crees, ¿no? —pregunto sonriente chasqueando los dedos para que la otra chica me observe—. Desnúdate y mastúrbate encima de una mesa.
Ante la estupefacta cara de Cristina, la morena se desnuda y se tumba en una de las mesas, comenzando a tocarse el coño sin pudor, cerrando los ojos con una sonrisa. Con una mirada de incredulidad, la pelirroja traslada sus ojos de ella, a mí y de mí a la sala, en busca de alguna cámara.
— No es una broma, tengo un poder por decirlo así para que las personas obedezcan mis órdenes durante un tiempo. —digo captando de nuevo su atención.
— ¿Y si tienes tal poder porque simplemente no me obligas a ser tu novia? —pregunta con chulería, intentando fingir que no hay algo de duda.
— Porque hay un límite de tiempo de 24 horas, y me daría pereza estar cada dia controlándote. —respondo ante sus dudosos ojos verdes—. Además, si olvidaras tanto tiempo de tu vida, te volverías loca.
— Me parece demasiada casualidad, ¿quién dice que no le has pagado dinero para hacer esto? —dice Cristina cruzándose de brazos, negando a ver la realidad que tiene delante.
— Porque tú misma fuiste controlada ayer, ¿no te faltan los recuerdos de casi 3 horas? —pregunto con cierta diversión al ver como se pone blanca.
— ¡Así que fue eso! ¿¡Me drogaste!? —exclama iracunda Cristina—. ¿Qué me hiciste? ¡Lo vas a pagar!
— ¿Qué te hice? Nada, fuiste tú. —respondo relajado—. Me la chupaste, me montaste, me follaste, te hizo un oral la profesora de inglés y me contaste cosas muy interesantes de equipos de baloncesto, sobre el conserje, sobre como perdiste la virginidad con tu hermano...
— ¿Estás de broma? —murmura con un hilo de voz la pelirroja, pálida de terror—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Dinero?
— No quiero dinero, puedo conseguir tanto como quiera. —contesto con un suspiro—. Ya te lo he dicho, quiero que salgas conmigo a cambio de conseguirte lo que desees. Si aún no crees que tengo tal poder, dime el nombre de alguien y de dónde encontrarlo ahora mismo.

ESTÁS LEYENDO
Sex Note
General FictionHistoria que relatara la vida de Lyon, un chico marginado dentro del instituto por ser friki. Un día, cuando estaba yendo a comprar, le cae una libreta en la cabeza en la que pone que será capaz de cumplir sus deseos controlando a quien apunte en su...