Epílogo

3K 151 40
                                    




— ¿C-Cómo? —digo mirando a mi alrededor confuso, encontrándome en la clase del instituto, sentado en mi asiento mientras una luz anaranjada lo tiñe todo por la puesta de sol que se ve tras las ventanas.

Sintiéndome algo extraño, mis ojos rápidamente se dirigen a mi abdomen, buscando una herida que ahora mismo no parece existir debajo de una de mis habituales mudas de ropa, completamente impoluta de manchas de sangre.

— Llevaba tiempo deseando hablar contigo, has sido una persona muy entretenida de observar. —comenta una voz familiar atrayendo mi mirada hacia la mesa del profesor, donde encuentro a Cristina sentada encima de ésta, observándome de una manera que no le pertenece.

— ¿C-Cristina? ¿Estás viva? —pregunto atónito poniéndome en pie para acercarme lentamente.

— Siento decirte que no. —responde con un suspiro que no le pega nada mientras sus ojos siguen observándome con una mirada que no es suya—. He adoptado ésta forma para que te sientas más cómodo en mi presencia.

— ¿Quién eres? —contesto frunciendo el ceño.

— Ambos sabemos que ya imaginas la respuesta. —dice la pelirroja levantando sus manos en señal de obviedad.

— El creador de la God Note... —murmuro con un suspiro mirando un segundo por la ventana—. Estoy muerto, ¿verdad?

— Así es. —asiente con solemnidad.

— Nunca pensé que Dios realmente existiera... —digo ligeramente derrotado, sentándome de nuevo en la silla.

— En realidad Dios es una creación vuestra, pero si te sientes más cómodo pensando que lo soy, adelante. —murmura la pelirroja centrando sus ojos en mí.

— Si estoy muerto, ¿qué es esto? —respondo viendo esas esferas tan profundas que intimidan.

— Siguiendo tu pensamiento religioso, podríamos decir que estás en el purgatorio. —comenta con un ligero movimiento de cejas.

— ¿El lugar para expiar los pecados? —digo frunciendo el ceño—. Creo que con la cantidad de pecados que tengo, ya tendría que estar en el infierno.

— Teniendo en cuenta vuestras creencias, seguramente. —admite la pelirroja sin dejar de observarme con esos ojos infinitos.

— Entonces, ¿qué es lo que hago aquí? —suspiro desviando nuevamente la visión hacia la ventana, admirando el paisaje que tantas veces vi.

— Valorar. —contesta con simpleza.

— ¿El qué? —respondo viendo una ligera sonrisa en los labios que tantas veces he besado en los últimos meses, pero que ahora me dan cierto temor.

— Tu existencia. —murmura la pelirroja con un movimiento de mano—. ¿Qué te ha parecido tu paso por la vida?

— Hace unos meses te hubiera dicho que una pérdida de tiempo. —digo con una leve sensación de vacío en mi interior—. Pero ahora mismo, mi vida me ha parecido cruel.

— ¿Por qué? —insiste el ser sin inmutarse.

— Porque justo cuando conozco el amor, me abandona y me ocurre esto. —comento sintiendo un picor en los ojos—. Es como una broma cruel.

— Lamento decirte que vuestro destino os lo creáis vosotros, cada uno es libre de cambiar el suyo. —responde la pelirroja—. Tu final y tu trayecto han sido el que tú mismo te has creado.

— No creo que haya podido elegir la mitad de las cosas que me han sucedido, la verdad. —protesto arrancándole una sonrisa.

— ¿Pero crees realmente que si te hubieras esforzado en cambiarlas, no lo habrías logrado? Ambos sabemos que sí. —contesta poniéndose en pie con parsimonia—. Aquello que os diferencia más allá de pensamiento, físico o moralidad, es la actitud para afrontar los problemas.

Sex NoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora