Sex Note (Parte 1)

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Aviso: Para este relato, concediendo la petición que me hizo una persona en comentarios de otra historia, he usado un lenguaje más vasto y soez del que normalmente utilizo, así como toques de un humor algo negro. Quedáis avisados xD

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Os imagináis que de golpe os cae del cielo una libreta en la que os pone que hará que cualquier persona os conceda todos los deseos que le pidáis, sea lo que sea y sea quien sea. ¿Qué haríais con tal poder? En mi caso, os aseguro que no tendría reparos en utilizarla...

Me presento. Me llamo Lyon y tengo 17 años, soy de altura media, ojos castaños y un cabello moreno más negro que el futuro de una empresa de jamón en un barrio musulmán. No me considero guapo, es más, no creo que la mayoría de personas me lo consideren, de ahí que aun sea virgen y no haya besado si quiera a una mujer en mi vida. Mi apenas atractivo junto a mi agresivo y antisocial carácter, han ayudado a ello al igual que mis pasatiempos. Dentro de la jerarquización y la clasificación de grupos en el instituto, siempre he ocupado el grupo de los frikis... ¿Sólo porque me gusten los videojuegos o estar en internet ya debo ser repudiado por los demás?

No os voy a mentir, soy usuario habitual de páginas web para adultos. Me masturbo cada día un par de veces, terminando por maldecir a esos actores que follan con mujeres que yo no podré si quiera tocar en mi vida. ¿Por qué el mundo o la naturaleza es tan injusta? Estoy bien dotado y seguro que sería más cariñoso y servicial que la mitad de parejas que tienen las chicas de mi edad, ¿entonces por qué las mujeres prefieren a los que únicamente tienen cara bonita por muy idiotas que sean? ¿Realmente tienen pareja para presumir de ella delante de otras personas o para que las quieran y las cuiden? Qué asco de sociedad... Pero bueno, dejemos mis ganas de ver arder al mundo a un lado. Os voy a contar como ha cambiado mi vida en las últimas semanas, desde el momento en que una libreta me golpeó la cabeza paseando por la calle... Surrealista, lo sé, aunque os aseguro que el chichón que tengo en ése lugar es muy real y doloroso.

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— ¿No pueden hacer eso en su casa? —murmuro para mí mismo cuando mi mirada se desvía a una pareja que está tranquilamente besándose en un banco, en plena calle comercial. ¿No tienen un poco de vergüenza? Una cosa es darse un beso o abrazarse, y otra es meterle la lengua hasta la campanilla mientras con las manos masajeas sin pudor su trasero.

Forzando a mis ojos a mirar hacia adelante, me concentro en la música que escucho en los auriculares, caminando rápidamente por la calle rumbo al supermercado, al que mi madre me ha enviado a comprar lo que se le ha olvidado, que casualmente son las cosas pesadas... Como siempre.

Normalmente cuando salgo a la calle, voy con la música de mis cascos a todo volumen intentando aislarme de las personas que hay a mi alrededor, además de ir a un paso muy rápido, en un intento de pasar el menor tiempo posible fuera de mi zona de confort: mi casa.

Media hora después de entrar a la tienda salgo con un pack de 6 cartones de leche en una mano y una bolsa con congelados y latas en la otra, retomando mi paso acelerado mientras lucho por que las dos cargas no me dejen sin circulación en los dedos. Joder, ¿no podríamos pagar el servicio a domicilio? ¡Coño, que es muy barato! Todo por ahorrarse un poco de dinero, por tal de poder evitar tener que venir siempre lo pagaría yo mismo de mi paga y... ¡Ay!

— ¿Qué demonios? —digo dejando la compra en el suelo y llevándome la mano a la cabeza, mientras la otra agarra el objeto que me ha golpeado.

Mirando con el ceño fruncido la extraña libreta, miro hacia arriba esperando encontrar de donde ha salido, pero la sorpresa me la llevo cuando recuerdo que estoy pasando por el parque de al lado de mi casa, donde no hay edificios cerca... ¿Qué cojones? Observando ahora a las pocas personas que me rodean, intento encontrar al culpable de alguna clase de broma o fechoría, pero ninguna está lo suficientemente cerca o atenta. Echando una ojeada a la portada negra y roja de la libreta en la que hay una G y una N en dorado, termino guardándola en la bolsa de la compra, para investigarla cuando esté en casa. No me gusta estarme quieto en mitad de la calle haciendo una escena...

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