Sex Note (Parte 4)

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— ¿Ya estás? Pues vamos. —digo cuando llego al lugar acordado y veo a Cristina de pie al lado de la fuente, agarrando confusa la chaqueta que le tiendo—. Póntela.

— ¿Por qué? —responde mirando la prenda de ropa.

— Hazlo. —contesto con algo de autoridad.

— Está bien, ¿y el dinero? —dice le pelirroja colocándose la chaqueta mientras comienza a caminar a mi lado.

— Cuando lleguemos al lugar. —respondo sin ganas de ponerme a sacar fajos de billetes en mitad de la gente—. Ponte la capucha y mira hacia abajo todo el rato hasta que te lo diga.

— ¿Te va el rollo dominante? —pregunta la pelirroja obedeciendo—. Porque yo no soy sumisa.

— No especialmente, pero harás lo que yo te diga. —contesto poniéndome también la capucha mientras nos acercamos al lujoso hotel que por suerte está cerca.

— ¿Cómo se supone que tengo que actuar cuando esté contigo? —dice Cristina con el ceño fruncido.

— No tienes que actuar, sé tú misma. —respondo agarrando su mano—. Me gusta lo puta que eres.

— No me refiero al sexo, me refiero a cuando estamos como ahora. —contesta señalando con su mirada mis manos—. ¿Se supone que tengo que ser una novia enamorada y cariñosa?

— Excepto en el instituto, no tienes que actuar, sé que no te gusto y tú sólo me gustas por tu cuerpo y tu zorrería. —digo con un movimiento de hombros—. No tienes que hacer nada que no te salga de dentro a menos que te lo ordene yo.

— Vale.

— Aunque como mínimo quiero que seas algo sonriente y agradecida, no me gusta que estés todo el rato seria como si fuera un simple trabajo, que por otro lado lo es. —comento viendo su cara—. Piensa en mí como en un amigo ricachón con el que te diviertes haciendo todo tipo de cosas a cambio de follarte cuando le apetezca.

— Entendido.

— Sé que ahora no me consideras tu amigo, pero con el tiempo seguro que acabamos llevándonos bien. —respondo agarrándole del culo mientras bajo la cara al suelo al cruzar la entrada del hotel—. ¿Has preparado tu culo?

— Sí. —responde sin vergüenza entrando al ascensor junto a mí—. Limpio y dilatado.

— Ayer me dijiste que te gustaba el anal, ¿cada cuánto lo practicas? —pregunto manoseando su trasero.

— Depende, como mínimo cuando me viene la regla dejo que me den por detrás. —dice de manera muy vasta—. Pero diría que unas 5 o 6 veces al mes.

— Joder... ¿Y en serio no crees que eres ninfómana? —pregunto con un resoplido saliendo del ascensor cuando se detiene en la última planta.

— Pues no. —responde caminando tranquilamente a mi lado mientras mi mirada repasa los números de las suites, en busca del que pone mi tarjeta—. ¿Qué pasa? ¿Qué si a una mujer le gusta el sexo es una puta?

— No es eso, yo no digo que seas una puta porque simplemente te guste el sexo. —comento visualizando finalmente la habitación y entrando en ella después de usar la llave electrónica—. Pero tirarte a un equipo de baloncesto, a tu hermano, al conserje, tener sexo casi cada día, y vender tu cuerpo al mejor postor, son cosas que...

— Bueno, ¿qué más da? Tú fóllame y ya está. —dice aprovechando cuando suelto su mano para adentrarse en la enorme habitación—. ¿Puedo quitarme ya la chaqueta?

— Sí. —contesto cerrando la puerta y lanzando al sofá mi mochila y la bolsa de deporte junto a mí.

— ¿Y mis 5000? —responde la pelirroja quitándose el pequeño bolso que lleva, y dejándolo en una mesita mientras se acerca a observarme.

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