Parece que fue ayer cuándo la vi por primera vez, con ese cabello tan largo, abundante, y ese rojizo que me llamaba a observarla más detenidamente.
Recuerdo que me perdí en su mirada, no eran los típicos ojos que a todo el mundo le gustaba "azul" o "verdes", eran de un café precioso que me quitaron el aliento en cuánto sus ojos chocaron con los míos.
Desde entonces esa hermosa mujer no sale de mi mente, es como si se hubiera adherido a mi piel, a mi cerebro.
Jamás me había gustado una mujer, era muy extraño esto en mi, pero hasta el día de hoy es un secreto que nadie más que mi mejor amiga Maite sabe. No me siento cómoda con esta situación, es uno de esos amores imposibles que suceden una sola vez en la vida.
Creó que jamás me animaría a decirle que la amo, y que para mi su sonrisa es la más bella que he podido visualizar.
Mientras yo muero por este amor, ella ni siquiera sabe de mi existencia o bueno sí, pero le soy indiferente, como quién dice un cero a la izquierda.
Se llama Dulce, Dulce María Espinoza, la chica que va a la misma universidad que yo, la chica con el novio más popular, y por supuesto la más hermosa de todas, llena de amigos o personas que dicen serlo.
Mi parte favorita del día en la universidad es cuándo nos toca llevar matemática, aunque sea por interés de su parte, ella se acerca a mi y pregunta con insistencia alguno de los ejercicios que no entiende.
Juró que cuándo está ahí a mi lado con su libro de matemáticas, aveces pienso que voy a sufrir un ataque cardíaco al sentirla tan cerca, al percibir su aroma, y sobre todo al rosar su dulce piel con la mía.
No se que pasa en ese lapso de tiempo conmigo pero Maite dice que es como si me dejara de importar todo y prestara atención sólo a lo que ella pregunta. Quizás soy masoquista y tonta al dejarme llevar tanto, pero no puedo evitar no sentir ese toque de corriente en mis piernas cuándo viene hacía mi con su rostro de "la sabelotodo me resolverá todos los ejercicios".
-Anahí, ¿que tanto escribes ahí?- sonreí a la voz de Maite, coloqué la pluma a un lado y la miré con una sonrisa tonta.
-Escribo cosas sobre ella- suspire.
-Anahí, ¿alguna vez te has mirado en un espejo?.
-¿Qué me diras ahora?.
-Creo que debes de mirarte bien, eres muy hermosa y además muy inteligente... ¡busca un hombre carajo!... esa estúpida jamás te va a mirar de esa forma, es una creída.
-Amiga no te enojes con Dulce, no tiene la culpa que yo babee por ella.
-¡Hoy salimos!... necesito que tengas un novio urgente.
-¿Un novio?- estalle en una carcajada ya que lo menos que quería eran complicaciones amorosas- Creo que con estar enamorada de una chica que no me mira ni por cinco segundos es suficiente.
-No lo sé Any, pero ahí viene Poncho.
Fruncí el ceño y efectivamente caminaba hacía mi, con pasos acelerados, el chico que no me dejaba en paz ni un minuto.
-¿Cómo es posible que estés tan preciosa?- voltee los ojos al escucharlo decir esto, venía acompañado por dos chicos más. Él sonreía con autosuficiencia, coqueto, como si fuera el hombre más guapo del mundo- ¡Oh vamos, nena!, no seas grosera- sonreí y me cruce de brazos.
-¿Te puedes ir?- moví mi mano ahuyentando su tedioso cuerpo.
-Tranquila nena, sólo quería saludarte- me mira y sonríe al igual que los idiotas que están detrás de él- ¡Ay!, cada día estás más...- su mirada recorrió mi cuerpo mientras mordía su labio.
-Déjame en paz- me voltee y miré de mala manera a Maite quién sonreía burlona.
-Me gustan las chicas difíciles- habló acercándose demasiado a mi rostro hasta quedar a pocos centímetros de mis labios. Sus brillozos ojos no me causaban nervios, ni me hacían sentir tonta, más bien lo que siento es... "muévete un milímetro más y te pateo el trasero".
-Si no te alejas de mi, pateare tus adoradas- mire hacia abajo.
-No serías capaz.
Sin pensarlo dos veces patie sus partes nobles provocando que se inclinara con sus manos del dolor.
-¡Hija de... ah me duele!- sus amigos me miraban con los ojos abiertos mientras yo chocaba los cinco con Maite.
-Creó que gane idiota- le guiñe un ojo y caminé hacía otra parte.
No había dado tres pasos cuándo tropecé con alguien que me atajó impidiendo que cayera. Escuché las risas de Poncho y los demás chicos, mientras me incorporaba del todo, cerré los puños completamente molesta, los quería matar... o al menos eso fue antes de que mis ojos chocaran de manera veloz con los de Dulce.
-¿Estás bien?- sonríe mirándome.
Olvide la forma en la que se articula una palabra, carecí de movimiento, nunca había estado tan, tan cerca de ella y eso era como estar en el mismo cielo para mi.
-¿Hola?- pregunta esta vez riendo, provocando que despertara de mi letargo. Apenas y pude darme cuenta de que todavía estaba en sus brazos, me solté en un temblor sin fin, no sabía que hacer me siento tan tonta. ¡Que vergüenza!.
-Sí... estoy bien- a como pude me aleje de ella, tratando de no mirarla demasiado para huir, lejos en dónde no esté.
-Ten más cuidado al caminar, que no estoy en todos los pasillos para impedirlo.
Sentí que mis mejillas se ruborizaron tanto que la sonrisa de Dulce se convirtió en divertida. Cada vez que está frente a mi me convierto en tarada, en la más tonta de toda la universidad.
Iba a responder algo justo cuándo llegó su novio, su guapo y atleta novio. Se llama Christopher, quién fue mi primer novio hace ya muchísimo tiempo cuándo ambos teníamos doce años.
-Ya nos está esperando, mi padre en el auto preciosa- dice seguido de un beso en su mejilla- Hola, Anahí.
-Hola- sonreí fingidamente- Per...permiso- levante un poco mi mano haciendo un gesto de adiós. Quería correr tan lejos en dónde ella ni él existieran, en dónde pueda ser yo la mayoría del tiempo, y dejé de comportarme como tarada enamorada. Creo que después de todo Maite tiene razón, es hora de salir con alguien.
Si tan sólo supiera que existo, y que la necesito conmigo. Si tan sólo tuviera una oportunidad de conocerla en todos los sentidos. Si tan sólo la tuviera en mis brazos y le dijera todo lo que he callado. Si tan sólo me mirara a los ojos y notara ese brillo que causa en mi. Si tan sólo me dieras una oportunidad yo sería inmensamente feliz.
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Algún Día
FanficNunca creí que enamorarse sería tan fácil... pero lo es. Es tan sencillo, tan fácil como respirar. Ni siquiera tienes que pensar en ello, simplemente sucede. Cuando ves a la persona que amas, tu pulso se acelera, sientes retorsiones en el estomago...