CAPITULO 2

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Mis lágrimas eran el ejemplo de que no consigo ser feliz bajo ninguna circunstancia. Pasan los días, los meses y no consigo sacar de mi mente esa maldita noche junto a Dulce. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo, para no irme de esa fiesta con ella, para no beber hasta perder la razón.

Ojalá las personas fuéramos capaces de borrar todo aquello de nuestro cerebro y corazón que nos lastima, todo aquello que daña nuestra vida. No es fácil vivir enamorada de un amor imposible, deseando ser esa persona que toma esa suave mano todos los días.

¿Qué tan cansada puedo estar de éste sentimiento?, la respuesta es "¡Mucho!". No hay un solo día de mi vida en que mi único deseo sea "olvidar a Dulce María".

Desearía ser una chica enamorada pero de alguien que también me ame. Estoy cansada de lágrimas sin sentido, de mariposas muertas en mi estomago, estoy cansada de quedarme ida en clases viendo su tan perfecta figura.

Mis amigas insisten en que debo de salir con alguien, ¿pero a quién engaño?... ¡no quiero nada con nadie porque nadie es tan perfecto como lo es ella!, aunque se muy bien que nunca sera para mi.

Todo empeoro después de esa noche en la cuál la hice mía, no podía sostenerle la mirada demasiado tiempo, mi cuerpo tiembla, mi corazón se acelera y mis piernas me piden huir de ella.

Son las tres de la madrugada, y aún no he conseguido dormir. Otra noche de insomnio se presentó, y tengo la sospecha de que seremos buenos amigos. Así como también lo es el alcohol, y el cigarrillo.

Estoy sentada sobre el suelo del balcón, observando como la leve brisa logra que las colillas de los dos últimos cigarrillos que fume se muevan.

Junto a mí, hay una botella de vodka medio a terminar, pero dudo que al ser las 3:30 siga estando así.

Hoy he tenido la visita de mi médico, y por supuesto no a encontrado ninguna enfermedad en mí. Pero sí notó que no estoy durmiendo bien, y hasta me aconsejó hacer terapia ¡ja!. Sugirió que me quedé en casa un día más para recuperar el sueño, y estar de mejores ánimos.

Sólo he dormido dos horas. No me recuperé, mi ánimo sigue igual, y aquí estoy con otro insomnio. Suspiro profundamente y observo el cielo. Me pregunto qué pensará mi madre en estos momentos.

No me he convertido en todo lo que le dije. No seguí con mi vocación en el arte, a diferencia de ello, la dejé estancada, con miles de dibujos escondidos en una caja. Es que ni siquiera he vuelto a dibujar.

Y más allá de la vocación, tampoco soy la misma. Me he abandonado por completo. Mi otro yo está guardada en la caja en dónde están todos mis dibujos.

Ya no recuerdo como era antes. Me perdí un poco cuándo mi madre murió, otro poco cuándo mi padre se fue, y me fui por completo cuándo me enamore de Dulce.

Con cada acontecimiento fui perdiendo mi esencia, y personalidad. Me fui borrando, y actualizando a cada momento, como si yo fuera una aplicación.

Ahora soy ésto. La chica que no puede dormir, que se sienta sola en el balcón, en compañía de su refugio, el alcohol.

Mi madre no me reconocería en absoluto. Pienso que si estuviera aquí, se presentaría en el departamento, me prepararía una taza de leche con chocolate, me estaría arropando con una manta de colores que la abuela hizo, secaría mis lágrimas y me contaría historias hermosas de mi infancia.

Es lo que siempre hacía cuándo me veía triste, se presentaba en mi habitación con el chocolate, la manta y esa armonía que sólo ella irradiaba.

Recuerdo que el día que falleció, me preparé una taza de leche con chocolate, me acosté en la cama, del lado dónde ella dormía y me arropé con la manta de colores. No era lo mismo.

Algún DíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora