Capítulo 8

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Luego de terminar de limpiar la cancha y haber dejado todo en orden, Angela se dispuso a volver a casa. Mientras caminaba sola en dirección a la estación de trenes (Naoko se había ido como dos horas antes ya que las actividades del club de ciencias habían finalizado) tenía la extraña sensación de que alguien la estaba siguiendo. Desde lo que sucedió en el Karaoke su desconfianza hacia el sexo opuesto había crecido aún más. Miraba en todas las direcciones para intentar detectar algo sospechoso... Quizás sólo era su imaginación... ¿O no? De repente, frente a ella aparecieron dos sujetos extraños y le cerraron el paso. Alzo la vista y los miró desafiante –¿Qué quieren?

–Pero mira nada mas Yamato... una preciosidad camina sola por estas calles tan desoladas, quizás deberíamos acompañarla– comentó acercándose aún más la rubia.

–Yo creo que quizás necesita más que simple compañía, Atsushi... Mira su cara, se nota que es frígida– respondió entre risas.

Ambos eran altos y parecían matones salidos de una película de terror. Retrocedió unos pasos, alarmada. Incluso aunque quisiera resistirse, eran superiores en tamaño y probablemente en fuerza que ella. Una gran rabia e impotencia la invadió ¿Cómo era posible que le sucediera algo así dos veces en un mes? ¿Qué fue lo que hizo para merecer ese tipo de trato? No iba a mentir, estaba acostumbrada a ser acosada desde pequeña y había aprendido a sobrellevarlo de una u otra forma, pero esto ya era ridículo. Bajó la mirada y algunas lágrimas comenzaron a agolparse en sus ojos ¿Qué pensaban hacerle? ¿A dónde iban a llevársela? Muchos recuerdos desagradables y tristes comenzaron a invadir su mente. Gritos, explosiones, sangre, personas sin vida frente a sus ojos, el pasado cobró vida de repente. Cerró los ojos y solo se quedó allí inmóvil, intentar escapar era inútil, no había nada que pudiera hacer... Tan sumergida estaba en aquella ola de sentimientos desagradables que no se percató del momento en que una persona parecía encontrarse detrás de ella, colocó su brazo en la espalda de la asustada muchacha "Esto es todo..." pensó abatida.

–¿Necesitan algo? – preguntó una voz que definitivamente conocía.

Abrió los ojos y miró a su lado: era Genji ¿Cómo supo (por segunda vez) que se encontraba en problemas? Suspiró de alivio –Shi...Shimada-san...

Los dos tipos retrocedieron asustados. Tal parece que no contaban con que alguien pudiera aparecer para ayudar a la rubia. Se miraron entre sí y luego salieron corriendo.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Estaba mucho más que asustada esta vez. Puede que se comportara de manera ruda e imponente frente a los demás, pero esa era solo una fachada para ocultar que en el fondo tenía miedo y mucha inseguridad. Se giró hacia el muchacho, lo abrazó muy fuerte y comenzó a llorar desconsoladamente sobre su hombro.

–Zi...Ziegler-san... ¿Te... encuentras bien?... No... no llores... por favor– le pidió apenado. No tenía idea de que diablos hacer para consolarla. Lo único que se le ocurrió fue abrazarla en silencio.

Pasados unos minutos logró calmarse y se dio cuenta que de tanto llorar había manchado con sus lágrimas la camisa del chico. Se apartó repentinamente, muy apenada –Y...Yo... lo lamento mucho Shimada-san... mira lo que hice, prometo limpiarla.

Observó la prenda con tranquilidad –No te preocupes por eso, Ziegler-san... ¿Ya te sientes mejor?

Bajó su mirada, parecía estar muy avergonzada y confundida –S...Si... Lamento que siempre tengas que estar ayudándome– lo miró a los ojos con mucha dulzura. –Muchas gracias Shimada-san...

Los colores le subieron al rostro – ¡No te disculpes por eso! Yo lamento que tengas que pasar por situaciones tan desagradables... y no fue nada, siempre que lo necesites, puedes contar conmigo.

Nuestros días juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora