—Hall, te estábamos esperando—extendió el vaso hacia mí—Bacardi para ti.
Bebí el contenido mientras sentía cómo alguien pasaba su brazo por mis hombros. La música estaba en el máximo nivel, retumbando en las paredes. Esto se va a caer.
—Bebé, ven aquí, quiero presentarte a unos amigos.
—Tu puta está ardiente—que comentario.
—Sólo en mi cama, ¿verdad nena?—ataqué sus labios entre los míos y me besó con la misma intensidad. Tranquila, que me enciendo.
Cuando al fin nos detuvimos, recorrí casi toda la mansión para presumírla frente a todos.
—Vean a esta mujer que tengo a mi derecha.
—Estoy a tu izquierda.
Busqué hacia el otro lado y le sonreí.
—Dua Lipa, se mi novia.
Vi que un grupo de chicos se acercaron a nosotras. Como siempre me veían con mujeres de una sola noche, creían que Dua era igual. Aléjense, perros rabiosos, grr.
Las mujeres a las que consentía en todas las fiestas, hoy se encontrában en la piscina. Desde el jardín con palmeras y luces lejanas, le señalé a Dua el horizonte.
—Vamos gatita, quiero pasar esta noche contigo en la playa.
—No me digas gatita.
Besé su mejilla y apoyé mi brazo alrededor de su cintura.
—¿No te gusta?—bajé mis labios a su cuello y ella se estremeció—umm, ¿no te escucho?
—¡Hallie, amor, ven a la piscina!
Dua las miró y entrelacé sus dedos con los míos. No pienso dejarla por ellas. No.
—Hoy pueden continuar sin mí.
Una morena gritó lo que quería que le hiciera. Mujer, que directa.
Tierra trágame. Cubrí las orejas de Dua y negué con la cabeza.
—Gracias por la invitación chicas, me gustan sus trajes de baño pero ya debo irme—una de ellas se retiró la parte superior del bañador para mostrarme sus pechos. Aquí hay mucho porno.
—Bebé, vamos.
Mi susurro en su oreja la dejó pensando y conduje a Dua hasta mi auto.
Ella comenzó a beber de la botella que sostenía en sus manos y el licor en sus labios me despertó completamente.
Mis manos se dirigieron a sus piernas y vi su reacción. Estaba caliente.
—Quiero un chocolate, Hallie ¿tú quieres uno?
—Creo que sí.
—Hall...—mi nombre en esa voz. Uff morí. —Hallie, quiero ser como ellas...
Fruncí el ceño y le intenté retirar la botella de sus manos pero ella lo subió de nuevo a su boca y bebió. Nena, no.
—¿Por qué lo dices?
—Hallie, quiero ser como ellas...quiero ser tu...—la silencié con mi mano. No quería que lo dijera.
Conduje por las calles de Los Ángeles y me detuve en la tienda de la gasolinera para comprar los chocolates.
La dejé adentro del Mustang pero después la encontré en la entrada de la tienda, buscando equilibrio como si el suelo se moviera un poco. Lo disimulaba bien pero ya en la caja, tuve que esperar impaciente.
—Y unos cigarrillos...—el hombre me extendió la pequeña caja y me dijo cuánto debía pagar. Olvidé algo, oh no. —Amigo, ¿tienes de esas mentas que se derriten en tu boca?
—Sí, aquí están—en la parte lateral de la caja habían golosinas.
—El de sabor a pasto es llamativo, llevaré igual una botella con agua.
—¿Vas a hacer un experimento?
—Si, algo así, voy a congelar a mi cerebro por dos minutos.
Cuando salí de la tienda, casi dejo caer la bolsa. Dua comenzó a besarme. Linda, vas a enloquecerme. O al menos, vas a dejarme más loca de lo que ya estoy.
Cuando llegamos a la playa, suspiré. Me había quedado sin sexo y tenía que cuidar toda la noche a la hermosa Dua. Esto no es normal, ¿qué pasa?