Toc toc.
Esperé un momento más en la puerta hasta que alguien abrió. Era mi ángel.
—Maldición, Hallie, son las tres de la mañana.
Reí. Lo sé, bebé, lo sé.
—Estaba pensando en tí. Estás jodidamente hermosa en pijama.
—Cariño, entra...
Sujetó mi mano y me metió en su apartamento.
—Shh, no hagas ruido porque las chicas están durmiendo.
—Deberías callarme con esos labios.
Dua sonrió un poco. Dirigí mis dedos a la seda de su ropa y recorrí una parte de su cuerpo sobre la tela.
—En la mañana viajo a Dublin, ven conmigo. Por favor, bebé.
Descansó sus brazos en mis hombros y me miró a los ojos. Me muero por milésima vez.
—Cariño, no voy a poder ir... Pero quiero que te diviertas en ese viaje, sé que es importante, disfrútalo mucho. Te lo mereces mi amor.
Morí.
MI AMOR. Me dijo "mi amor".
La besé. Y ella siguió con aquél beso que arrancaba la respiración.
—Te voy a robar para llevarte conmigo.
—Hallie...
—No hables más bebé, podemos arreglar todo.
Bajé por su cuerpo para terminar de rodillas frente a ella.
—¿Qué hacen?
Frank, la amiga de Dua estaba ahí, en el pasillo viéndonos con poca claridad, por el sueño.
—Bajaba a buscar el anillo de Dua.
Fingí que buscaba algo en el suelo. Dua apoyó su pie en mi mano. Auch.
—Aquí está, cariño—Dua mostró su dedo de enmedio con un anillo. Me parece una falta de respeto. Me encantas.
—Si van a hacer algo raro, que sea en la casa de Hallie, no aquí...
Ya tengo una idea.
—Frank, ¿puedo llevarme a Dua por unos días?
—Sí, sí, como sea, quedan advertidas, las vigilo desde mis sueños.
Y se fué.
—Bebé, son casi dos semanas que no vamos a estar juntas. No quiero decir que me duele, pero me duele.
—Hallie, no estés así cariño.
Suspiré.
—Voy a extrañarte, bebé.
—Yo también, cariño, yo también.