—Hallie...
Dua me abrazó con más fuerza. Me rompe todo, me encanta. Su calor me hacía sentir en casa.
—Bebé, te extrañé.
Limpié sus lágrimas y la besé.
Hallie, aquí has pertenecido siempre.
Dejé más besos sobre sus labios y me abrazó de nuevo.
—Hall, cariño, ¿cómo has estado?
—He estado en un cielo nocturno sin estrellas, ¿puedes creer eso?
La campana de la entrada avisó que alguien había llegado al lugar y Dua se apartó un poco del abrazo.
—Isaac.
Así que es cierto.
El chico de ojos verdes llegó junto a nosotras e intentó plantarle un beso en los labios a Dua, pero ella lo abrazó y el beso terminó en su mejilla.
—Hola amor...—me miró y se acercó más a Dua—Hola Hallie, no sabía que ya habías regresado a California.
—Es una sorpresa. Me dejaron salir del infierno por unos días y aquí estoy. Mañana bajo de nuevo.
El hombre rió un poco. Falso.
—¿Y qué me cuentas de ti, Carew?
—No tengo nada que presumir.
Me parece una falta de respeto. La chica que estaba a su lado era todo lo que debía presumir. Este hombre.
—Hallie, ¿quieres salir esta noche con nosotros y unos amigos?
Isaac fulminó con la mirada a Dua. Te vi, pez subterráneo.
—Nena, gracias por la invitación pero no puedo ir, es la noche para la cacería de brujas.
Isaac, debes cuidarte de esa cacería.
Dua entendió mi indirecta porque sonrió.
—¿Organizarás una fiesta de bienvenida?
—Sí, pero ahora tendremos té en lugar de vodka y todos a sus casas a partir de las 6 de la tarde.
—¿Ya no bebes?—Isaac parecía sorprendido.
—Sí, bebo jugos de uva, manzana y cítricos.
El chico resopló. Es de poca paciencia.
—¿Y tus putas?
—Las dejé en casa, no alcanzan todas en mi auto.
Dua abrió más los ojos y el chico comenzó a reir.
—Creo que tú y yo debemos hacer una carrera de contratiempo, quien pierda da la primera ronda de shots esta noche.
Shots con jugo de manzana si lo creo.
—Trato.
—Hallie, ¿estás segura?
La voz de Dua se escuchaba preocupada.
—Tranquila bebé, yo gano en todo. Aún conservo mi corona.
Arriba de mí dibujé una corona imaginaria.
Isaac no borraba su sonrisa.
—Ahora regreso, voy a ver cuánta gasolina tengo para jugar.
Dua se quedó en la entrada de la tienda. Isaac salió para apoyarse en su auto y burlarse de mí.
Llegué junto a mi juguete y retiré el seguro.
Mi auto brillaba.
Isaac estaba sin palabras desde el otro lado de la calle.
—Isaac Carew, entonces... ¿vas a ganarme?