Epílogo

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Cierro con más fuerza los ojos.

Me encuentro en esa habitación oscura con luces neón afuera.

La sensación que me rodea es pesada y hierve por todo mi cuerpo.

Detrás de mí se encuentran tres chicas, los jadeos y su placer se deslizan sobre ellas. Ahogan gemidos y suspiran con desesperación.

Escucho sus besos. El olor a sexo duro se mezcla con cigarrillos, alcohol, y más drogas.

Presiono mis labios y juro que siento el sabor de una boca sobre la mía. Siento que ella está conmigo.

La imagen erótica que se forma a mis espaldas me desespera. No quiero mirar. De esa manera me torturo a mi misma.

Y los gemidos aumentan.

El calor humedece cada parte de sus cuerpos desnudos y presiono mis manos a los muslos cuando escucho que una de las chicas se libera del orgasmo.

Y después lo hace la segunda chica. Maldición.

La tercera chica está por llegar pero han continuado con su juego. Y la noche parece eterna.

Me levanto del mueble para abandonar la habitación. Las mujeres que se besaban ahora saben que en mi ropa hay más dinero que no me interesa.

Y me siguen por el camino de la salida, como acompañantes.

—Cariño, no te vayas sola esta noche.

—Podemos divertirnos.

Sostengo un momento más las llaves de mi nuevo Mulsanne y realmente quiero desahacerme de todo.

La puerta del final se abre y aparece un mujer alta. Tiene un cuerpo perfecto que lo deja casi al descubierto excepto por ciertas prendas eróticas de cuero. 

Tiene una peluca rosa brillante.

Camina por el pasillo. No puedo confundir esos pasos.

Avanza por el lugar donde me encuentro y las mujeres que me acompañan ahora buscan más mi atención.

La mujer de cabello rosa pasa a mi lado sin mirar. Es ella.

Me aparto de aquellas mujeres y camino hacia la puerta donde la bella chica se ha detenido para abrir.

—Dua.

Ella me mira. Está rota.

—Maldición, te he extrañado.

—No regresaste—sus palabras amargas me hunden.

—Lo hice, pero ya no estabas, bebé, desapareciste.

Y recordé.

Después de ser amantes por casi dos meses, ella decidió terminar lo que "teníamos". Isaac parecía que no se merecía esa infidelidad. Yo regresé a Toronto para no verla con un hombre como ese.

Y después me enteré que terminaron. Regresé a Beverly Hills para buscarla, pero no apareció por ningún lugar.

—Ya es tarde.

—No es tarde. Nunca lo va a ser.

—¿Vas a pagar tu hora conmigo?

Así que, ahora a eso se dedicaba.

—Nena, yo no quiero comprar tu cuerpo, sólo quiero sentirte de nuevo.

—La hora te costará...—no permití que terminara de decir la cantidad. Rápidamente la interrumpí.

—Pagaré toda la noche.

—Eso no está permitido.

Busqué el dinero entre mi ropa y se lo extendí. Odiaba pagarle a ella. Le estaba comprando caricias. Esos billetes podrían ser lo suficientes para comprar un nuevo auto.

—¿Llevarás a tus putas?

Con la mirada señala a mis espaldas.

—No, ellas no...sólo vamos nosotras.

—¿A dónde vas a llevarme?

—Bueno, ya te pagué por sexo...bebé, ¿me acompañas al auto?

No sonrie ni por la estupidez que le acaba de decir. Me duele.

Retiro mi chaqueta para dársela. Y le robo un beso en la mejilla mientras paso mi brazo por su hombro.

—Eres hermosa.

—¿Por qué tardaste tanto en encontrarme de nuevo?

—Porque te escondiste por aquí—dejé de abrazarla para sostener su mano y dirigirla a mi Mulsanne.

—¿Qué pasó con tu otro auto?

—Cuando lleguemos a casa vamos a ver los nuevos juguetes que tengo, bebé. Y también conoceras a mi amigo felino que adopté...

—Hallie, sigues siendo la misma chica.

—Y tú la misma a quien me quiero comer a besos.

Ella me detuvo. Sabía lo que iba a hacer.

—Bebé, ¿por qué me detienes?

—Yo no soy la misma, estoy en esta mierda. Y mi cuerpo...

—No importa, no me importa nada de eso.

—Hallie, soy una puta. Una jodida puta que ya no te quiere.

Me dolió. La palabra puta no es un insulto, no lo es. El insulto es mentir mirando a los ojos para fingir que se dice la verdad.

Ella me quiere. Yo lo sé.

—Entonces voy a enamorarte de nuevo, para que me quieras otra vez.

—Sólo voy a estar contigo porque pagaste por esto.

Suspiré.

—¿Cómo caíste en este lugar?

—Eso no importa.

Apartó su mirada. Yo sólo la abracé. Sabía que iba a llorar, sus lágrimas iban a caer.

Tengo que intentarlo con ella una vez más.





Continuará...

the hills › dua lipaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora